No fueron niños de la guerra. No fueron miembros de la División Azul,
prisionerios de la Uniñon Soviética. Fueron "internados", según la
terminología de la época, republicanos secuestrados por Stalin durante
13 años, abandonados a una
.
Su historia aparece ahora recogida en el ensayo 'Españoles en el gulag;
republicanos bajo el estalinismo' (Península), obra de Secundino
Serrano.
¿Quiénes eran estos republicanos de Siberia? El propio Serrano
contesta: "Fueron 185 españoles encarcelados, aunque hay quien sube la
cifra hasta los 300, inclluyendo a otros españoles que pasaron por el
gulag por motivos diversos. Hay dos grandes grupos: por un lado,
a
un curso de pilotaje para servir a la República y a los que el final de
la guerra los sorprendió allí. Eran chicos jóvenes, de 18 a 21 años.
Otro grupo, era de
.
Cuando llegaron, los soviéticos requisaron sus barcos y empezó su
periplo. En este grupo, había gente más mayor. Había también algún
que abandonó la División Azul, que desertó en Kazajistán". A excepción
de estos últimos, todos los miembros del grupo "habían hecho una
declaración de adhesión a la República que se requería para ir a la
URSS, eran gente con mucho sentido de la militancia. Había algún miembro
del PNV, muchos socialistas, muchos anarquistas y, sobre todo, muchos
comunistas. Eso sí, al cabo de 13 años, todos terminaron siendo
anticomunistas fervorosos".
.
No para irse a España sino para establecerse en Francia, al principio, o
en América Latina. Y claro, eso era inconcebible para los soviéticos",
cuenta Serrano. Después de dos años de internamiento más o menos amable,
en balnearios a las afueras de Moscú, el grupo de los marineros
(por entonces, la Alemania nazi era aliada de Stalin) y solicitó que
mediara los ayudara a abandonar Rusia. El PCUS se tomó mal esa licencia e
hizo lo que se solía hacer en esos casos: a Siberia con los marineros,
ya mismo. "Cuando empezó la Operación Barbarroja, todos los extranjeros
residentes en la URSS fueron detenidos. Y allí cayeron el resto de los
españoles. No hacía falta juzgarlos ni condenarlos: simplemente se
aplicaba sobre ellos la retahila de trotskistas, quintacolumnistas,
antirrevolucionarios...".
.
En 12 meses, murieron 11 de 40. "Después, se unieron a los demás
españoles en "campos de concentración 'medios'. El campo de Kok-Usek fue
emblemático en su periplo", explica Serrano. "No eran campos de
exterminio, sino de trabajos forzados. La tasa de mortalidad era alta
pero no tanto. Había un día libre a la semana, con cine, bailes y hasta
misa.
durante esos años, porque los campos eran mixtos... Cuando regresaron a
España, los examinaron los médicos y su estado de salud no era malo. Ni
el físico ni el psíquico, aunque sí hubo un falangista desertado que, al
partir desde Odesa, tuvo una crisis nerviosa y se quedó en tierra".
¿Y el Partido Comunista de España? No es para estar muy orgullosos.
"Antonio Mije, en las Cortes Republicanas en el exilio se refería a
ellos como 'falangistas embozados'", explica Serrano. "Y, si bien la
decisión de su encarcelamiento dependió del PCUS, a partir de 1948
de los 'internados' republicanos".
Lo deprimente es que hasta el franquismo trató mejor a estos
españoles. "El Gobierno español supo de estos chicos en 1946, por el
testimonio de un ingeniero francés que se llamaba Bornet. No hizo nada
por ellos, pero es que tampoco habría podido hacer nada, sin relaciones
diplomáticas. Tampoco los estadounidenses pudieron salvar a sus
ciudadanos confinados al gulag... Después, cuando murió Stalin y la URSS
quiso deshacerse de estos prisioneros, Franco los recibió con los
brazos abiertos". Así,
en
un momento en el que quería acercarse a las democracias burguesas. En
cambio, los miembros de la División Azul, que también fueron liberados
en esa época, se convirtieron en una presencia mucho más incómoda.
"Cuando los divisionarios llegaron a Barcelona, volvieron a aparecer
esvásticas y símbolos falangistas pintados en las paredes. Justo, lo que
no quería Franco en ese momento. Y, por eso, se canceló la recepción
que se había previsto en Madrid. En cambio, a los 'internados'
republicanos se les mimó mucho. Ramiro Pinilla estuvo muy encima de
ellos y
En el verano de 1937, "el gobierno español estaba
totalmente en manos de la NKVD. El Komintern en España, tras la fachada
de idealismo byroniano del Frente Popular, se había convertido en una
tapadera de la policía secreta". (Stephen Koch, El fin de la inocencia,
Tusquets Editores, 1977, p. 340.).Esto puede ser algo esquemático, pero
no es falso en absoluto. Otros libros, desde el Gran Engaño de Burnet
Bolloten hasta éste de Koch, pasando por los de W. Ktivinski, Pierre
Broué, George Orwell, y de manera implícita P. Sudoplatov (ex alto
dirigente del KGB, quien reclutó a los Mercader en Barcelona y organizó,
entre otros, el asesinato de Trotski) y muchísimos más, denuncian la
política de la URSS en España y el papel de sus servicios secretos. El
propio Jesús Hernández, en su libro Yo fui ministro de Stalin, relata,
entre otras cosas, cómo Togliatti, a las órdenes de Moscú, impuso el
cese inmediato de Largo Caballero como presidente del Gobierno, por no
ser suficientemente servil, y su sustitución por Juan Negrín, el único
posible, ya que "Prieto es anticomunista y Álvarez del Vayo demasiado
tonto..." Además o sobre todo, Negrín ya había demostrado su
filosovietismo enviando el oro del Banco de España a la URSS.
El apasionante libro de Koch adolece, tal vez, de un defecto bastante
corriente en este tipo de ensayos: investigando a fondo un tema se puede
llegar a exagerar su importancia. Centrado en la actividad de la NKVD y
de los diferentes agentes de la Internacional Comunista, a través,
sobre todo, de la extraña figura de Willi Münzenberg, de quien ya habló
Artur Koestler en sus memorias (¡hay que leer o releer a Koestler!), da a
mi modo de ver demasiada importancia histórica a dichos "servicios".
Claro que la tuvieron, ejercieron su influencia, cometieron infinidad de
crímenes, lograron montar campañas de propaganda totalmente embusteras,
como el proceso de Dimitrov, el proceso Kravchenko, el proceso del
POUM, el "hitlero-trotskismo" de Andrés Nin, etc., y desde este punto de
vista ejercieron un papel tan evidente como hediondo, pero la política y
la ideología ejercieron un papel más importante aún, o sea, los
partidos comunistas fueron in fine más importantes que sus servicios
especiales, incluso si en ciertas ocasiones y en diferentes países el
NVKD (luego KGB) se impuso a los partidos. Por ejemplo, y quedándonos en
el ámbito del libro de Koch, el Frente Popular tuvo un apoyo de masas
real; independientemente de la acción de los "servicios", aunque estos
actuaran eficazmente para que el Frente Popular mantuviera una actitud
favorable a la URSS (también en Francia).
En los años treinta existía en Europa un peligro real de guerra, y,
resumiendo mucho, todo parecía conducir a un conflicto entre la Alemania
nazi y sus aliados contra las democracias, Reino Unido y Francia
principalmente. En teoría, la URSS podía elegir aliarse con un bloque o
con el bloque opuesto. Pero Stalin intentó mantener una postura
prudente, con la secreta intención de situarse al margen del conflicto,
que parecía inevitable, durante un periodo lo más largo posible, para
precipitarse luego al socorro del vencedor. Como hizo con Japón en 1945.
En este sentido mantenía contactos oficiales o secretos con ambas
coaliciones, fingiendo dar preferencia a una u otra según los vaivenes
de la política europea. Si los Frentes Populares parecían demostrar
cierta solidaridad antifascista por parte de la URSS y sus partidos
comunistas, en realidad, desde diciembre de 1936 (como lo demuestra Koch
en su libro) los contactos secretos entre la URSS y la Alemania nazi
fueron frecuentes. Pero a Hitler, por lo visto, no parecía interesarle,
al principio, una alianza con la URSS. Inútil señalar que en estos
contactos y negociaciones desempeñaba un papel importante el desprecio
rotundo y hasta el odio de los comunistas en general y los soviéticos en
particular, hacia las "decadentes democracias burguesas", y el interés
de Stalin por el nazismo.
En estos momentos de dudas y vacilaciones estalla la guerra civil
española. Como muchos, Stalin piensa que el Ejército sublevado va a
triunfar en pocas semanas, pero al instalarse la guerra para rato,
decide intervenir. No para ayudar a la República española, lo cual
constituye la mentira oficial, respaldada por todas las
socialburocracias, como puede constatarse a diario, sino para controlar
el movimiento e impedir una revolución de signo en gran parte anarquista
y contraproducente tanto para sus intereses de gran potencia, como para
su estatuto de "patria de los trabajadores del mundo". Lo logró
rápidamente y si la NKVD no dirigía el gobierno republicano, la
influencia de Moscú, la Internacional y el PCE fueron cada vez más
significativos y hasta determinantes. Pero, como veremos con el ejemplo
del POUM, si lograron mucho, no lo lograron todo. Claro, se podrían dar
muchos otros ejemplos. Controlar la situación explosiva en España
obedecía, pues, a dos objetivos. Impedir una revolución de signo
contrario a su ideología y a sus intereses imperialistas, y en el caso,
poco probable, de acuerdo con las democracias occidentales, poner sobre
el tapete de las negociaciones su labor contrarrevolucionaria en España,
presentada como "defensa de la legalidad republicana". Pero apenas los
nazis manifestaron cierto interés por llegar a un acuerdo con la URSS,
Stalin se volcó en esa dirección, abandonando "la justa causa del pueblo
español".
Desde luego, los gobiernos británico y francés también tuvieron sus
vacilaciones y no sólo en relación con la guerra en España. Varios
historiadores han relatado, por ejemplo, cómo se quiso proponer a la
Alemania nazi y a la Italia fascista que retiraran su apoyo militar a
Franco a cambio de "regalarles" colonias en África. Moscú y sus
servidores en España hicieron fracasar este proyecto de "armisticio",
bastante estrafalario por otra parte.
Recordemos también que en Francia el gobierno de Frente Popular,
presidido por Léon Blum, en principio más favorable a la difunta
república española, no duró dos años y el de Daladier fue aún más
vacilante. La cumbre de la ceguera diplomática (y de la cobardía) se
celebró en Munich en 1938. Aprovecho para salir al paso de los infundios
e insultos de los comunistas y de sus innumerables perritos falderos, a
propósito de la de indecisión y hasta cobardía de León Blum en su falta
de ayuda eficaz a la República durante nuestra guerra civil. ¿Cómo no
percatarse de que si Blum no deseaba un triunfo franquista, tampoco
deseaba un triunfo de la URSS totalitaria en España? Y ¿cómo ayudar a lo
poco que quedaba de la legalidad republicana sin ayudar a los
comunistas españoles, súbditos de la URSS, quienes en seguida se
hicieron con el control del reparto de las armas? ¿Cómo, en definitiva,
elegir entre dos totalitarismos, el nazifascista y el comunista, un
momento enfrentados en España, pero que poco tiempo después se aliarían,
alianza que se hizo oficial en 1939, con el pacto nazi-soviético, pero
que ya se gestaba durante nuestra guerra civil? El dilema de León Blum y
de otros demócratas de izquierda, anti-comunistas o no comunistas por
aquellas fechas, era trágico. Y Blum, más que cobardía, demostró
lucidez.
Si el giro soviético, de la "ayuda" a España, a finales del 36, hasta
la firma del pacto nazi-soviético de agosto de 1939, y por lo tanto su
alianza efectiva con los nazis, tardó dos años y pico en llegar, esto se
debe, primero, a las reticencias de Hitler y a las dudas de Stalin
sobre con quién convenía más aliarse, y sobre todo si no le sería más
provechoso no aliarse con nadie y esperar. Luego, cuando existió una
apertura por parte de los nazis, su prudencia proverbial, demostrada a
lo largo de su carrera de déspota, le hicieron avanzar, pero lentamente,
en esa dirección. A esto se añade, dato casi nunca comentado por los
historiadores, la necesidad de un periodo de adaptación y de "lavado de
cerebro" para todos los militantes de la Internacional Comunista quienes
se habían creído, a veces sinceramente, que el enemigo principal era el
nazifascismo -como se decía entonces-, convertido de pronto en aliado
principal. Un tal viraje de 180 grados podría parecer difícil de aceptar
por parte de los "valerosos combatientes antifascistas", pero la verdad
es que en España, como en el resto del mundo, la inmensa mayoría de los
militantes comunistas se tragó el sapo. Y les gustó. Su antifascismo no
resultó estar tan difundido y arraigado entre en sus filas como claman
hoy. Es que en realidad no eran antifascistas, sino fanáticos
partidarios de la URSS, convencidos de que Stalin siempre tenía razón.
El dato más vistoso del viraje estalinista, durante nuestra guerra
civil, fue la retirada de las Brigadas Internacionales en septiembre de
1938 -pero decidida en París, en julio, antes que la reunión de Munich-.
Pero no es el único. Por ejemplo, si la propaganda estalinista hubiese
dicho la verdad afirmando que los comunistas españoles lucharon
heroicamente hasta el final, ¿cómo puede explicarse que ningún dirigente
de ese partido fuese detenido y fusilado por los franquistas? La
respuesta no puede ser más evidente: todo estaba preparado con
antelación, teniendo en cuenta el giro de la política de Moscú. José
Díaz y Dolores Ibarruri estaban en Moscú, Carrillo en París, etc.
Además, reflexionemos un instante sobre un hecho prácticamente
incuestionable: si por aquellos años de 1936-1939, la URSS era un
infierno totalitario, con deportaciones masivas, terror policial, los
tristemente famosos "grandes procesos" estalinistas, y todo lo demás,
¿quién puede pensar seriamente que de ese infierno totalitario iban a
ser enviados a España valerosos agentes, policías secretos, responsables
políticos, jefes militares y periodistas-espías para defender la
democracia y la legalidad republicanas? Ya nos han tomado bastante el
pelo.Para el mantenimiento de la leyenda de la URSS como gran país
antifascista cuya aportación "solidaria" a nuestra guerra y más tarde a
la II Guerra Mundial fue decisiva, con lo cual se pretende aún hoy
ocultar el gulag y demás atrocidades, fue una suerte de que Hitler
violara tan rápidamente el pacto nazi-soviético. Así puede hacerse pasar
por un simple acuerdo táctico y circunstancial, lo cual es
absolutamente falso. No fue un simple pacto de no-agresión entre dos
Estados, como se pretende tan a menudo, sino una colaboración profunda
entre dos totalitarismos, dos partidos, dos Estados y que comienza en
España misma. El hecho de que los nazis se mostraran tan generosos con
los soviéticos, entregándoles la mitad de Polonia, Finlandia (que
resistió heroicamente), los países bálticos, parte de Besarabia,
intercambiando presos políticos, etc., se explica porque los mismos
nazis pensaban conquistar todo eso y mucho más, militarmente y en breve.
Lo cual no impide que la colaboración de la URSS y por lo tanto de los
partidos comunistas, fue total. Los que expresaban dudas o críticas al
respecto -un puñado- fueron fusilados, y además lo rompió Hitler, no
Stalin.
En este sentido, puede decirse que el cinismo de los nazis les fue muy
rentable. Llegaron a un acuerdo con las democracias en Munich en 1938, y
con los soviéticos en 1939, y rompieron dichos acuerdos uno tras otro y
cuando les dio la gana. La soberbia y la megalomanía de Hitler le
condujeron al desastre al querer enfrentarse con demasiados enemigos
-sobre todo con la entrada de los EEUU en la guerra-, pero a finales de
los años treinta, su cinismo diplomático favoreció su expansionismo
militar.
Pero ¿de qué guerra se trata cuando se habla de la guerra civil
española? ¿Cuáles fueron sus objetivos reales, los motivos profundos de
esa sangrienta contienda? Leyendo libros y artículos, escuchando
discursos o conferencias, mirando películas o emisiones de televisión,
me entra a menudo una sensación de irrealidad, como si se tratara de
guerras diferentes, acaecidas en épocas o en países cuya existencia
queda por demostrar. Algunos, tal vez, recordarán la propaganda oficial
del franquismo, a propósito de su "Cruzada por Dios y la Patria" (y la
propiedad privada) y contra el Comunismo. Frente a esta leyenda sin
matices, ni tinieblas, bastante olvidada, las cosas como son, otras
versiones arrastran asimismo su lastre de mentiras. Si la versión "ricos
contra pobres", proletarios contra burgueses y latifundistas, es
bastante exagerada (hubo pobres con Franco), lo es infinitamente menos
que la versión casi oficial, que se quiere imponer hasta en las Cortes, y
según la cual se trató de la defensa de la legalidad republicana contra
un golpe militar fascista. Esto no resiste ni dos minutos a cualquier
análisis objetivo.
Si Pío Moa, en su libro Los orígenes de la guerra civil, demuestra de
manera documentada y convincente cómo la insurrección de Asturias de
1934 no fue una explosión de rebeldía proletaria espontánea, sino un
intento fallido de golpe de Estado por parte del PSOE y de la UGT, con
el objetivo de instaurar una dictadura del proletariado "a la española",
puede afirmarse, sin contradecirle en lo más mínimo, pero ampliando el
debate, que todas las fuerzas políticas y sindicales de la época, que se
califiquen de izquierdas o los que posteriormente se llamarían
"franquistas", todos, o en todo caso la inmensa mayoría, sólo sentían
por la legalidad republicana, y más concretamente, por la democracia
parlamentaria "burguesa", desprecio o claramente odio. De ese rechazo
general a lo que hoy todos admiten y respetan, más o menos sinceramente
-salvo ETA-, se salvaba una ínfima minoría de republicanos moderados,
como Manuel Azaña, algún intelectual liberal -pocos-, sectores de la
CEDA, que como bien aclara Pío Moa, no era fascista, sino monárquica, y
nadie más.
En este sentido puede resultar curioso que en una situación
revolucionaria tan radical, en donde el ejército, la policía, la
diplomacia, la Iglesia, la administración, los empresarios, etc., se
vuelcan mayoritariamente en la guerra contra la República, en donde, por
lo tanto, las instituciones estatales, la industria, la economía
general, habían explotado en mil pedazos, el PSOE, la UGT, como el
entonces diminuto PC, obren por mantener en pie lo que quisieron
destruir en 1934, cuando era mucho más difícil, como los hechos lo han
demostrado. No fue la influencia de ciertos socialistas como Indalecio
Prieto, quienes parecían en aquel momento y antes, a veces, más
partidarios de la democracia parlamentaria que los caballeristas, sino
consideraciones de política internacional las que impusieron a unos y a
otros (o sea, a la ínfima minoría partidaria de la democracia y a la
inmensa mayoría adversaria de dicha democracia representativa), a
mantener la apariencia democrática, su fachada, pero disputándose a
tiros los muebles, los pisos, el poder en una palabra. Hasta el punto de
que en dicha fachada, que no lograba disimular los tremendos ajustes de
cuentas internos, la foto del presidente Manuel Azaña iba siendo
sustituida poco a poco por la de Stalin, como aquella inmensa foto del
tirano que cubría de arriba abajo la Puerta de Alcalá, en Madrid.
Desde el principio se impuso la idea, no totalmente falsa, desde luego,
que sin ayuda exterior, nada se podía hacer contra un ejército
sublevado, ayudado además por la Legión Condor y las tropas italianas.
El problema del armamento, el chantaje de las armas, se convirtió
rápidamente en palanca política muy bien aprovechada por Moscú, el
Komitern y el PCE. Los gobiernos amigos de la República española,
Francia, México, Gran Bretaña - a medias-, y otros, recomendaban
mantener, en la medida de lo posible, las instituciones republicanas, su
legalidad, o por lo menos su apariencia, de cara a la opinión pública
mundial, la Sociedad de Naciones, etc., para ampliar al máximo un
posible apoyo. La URSS, una vez recibido el oro del Banco de España,
dicta a Largo Caballero, en una famosa carta de diciembre de 1936
firmada por Stalin, Vorochilov y Molotov, lo que debe ser la política
republicana: el gobierno debería mantener de su parte la pequeña y media
burguesía, protegiéndolas de toda confiscación y asegurando la libertad
de comercio. No había que asustar a los dirigentes moderados de los
partidos republicanos y en este sentido era particularmente importante
apoyar al presidente Azaña. También era esencial, siempre según dicha
carta, que "los enemigos de España no vean en ella una república
comunista, a fin de evitar toda intervención armada por su parte, lo
cual constituye el más grave peligro para la España republicana". Era
necesario, asimismo, afirmar que no se toleraría el menor ataque contra
la propiedad privada y los legítimos intereses extranjeros en España.
Esta era pues, perfectamente definida en su mentira, la fachada que
había que mantener ante las democracias occidentales: nada de
"comunismo", defensa de una legalidad inexistente, de la propiedad
privada y de la libertad de comercio (¿qué libertad de comercio era
posible en medio de una guerra caótica?). Bajo ese manto legalista y
pequeño burgués, sus checas funcionaban 24 horas al día y los
"internacionales" del Komitern, la NKVD y el PC controlaban cada vez más
firmemente el ejército, la policía, la economía, la diplomacia y el
gobierno de la República.
La CNT-FAI constituye un caso peculiar en esta complicada situación.
Habían participado, junto a la UGT en la "insurrección" de Asturias de
1934, pero no fue lo mismo en el resto de España, y concretamente en
Cataluña, entre otras cosas por oposición al nacionalismo catalán. Ahora
bien, desde siempre habían soñado, y a veces intentado, con resultados
catastróficos, en la tradición de Bakunin, Malatesta y otros, la
"insurrección armada espontánea". Era la insurrección que se apodera de
una aldea o un barrio, y cuyo ejemplo se convierte en chispa que alumbra
el incendio revolucionario en todo un país o incluso en varios países,
donde los proletarios estaban, evidentemente, esperando la señal para
lanzarse a la calle. Cosa que no ocurría nunca. Pero en julio de 1936,
el pueblo, todo el pueblo español se había convertido por fin en el tan
anhelado "pueblo en armas". Había llegado, pues, el momento de destruir
el Estado y sus instituciones representativas, y crear el comunismo
libertario. En todas las zonas de España en donde la CNT-FAI era fuerte
decidieron liquidar los organismos gubernamentales, como la Generalitat
en Cataluña, el gobernador y demás instituciones republicana en Aragón y
otras provincias, etc. Pero, en Barcelona, Companys logró convencer a
García Oliver y a sus compañeros de que, de cara a la necesaria unidad
antifranquista y a la indispensable ayuda exterior, era útil mantener la
Generalitat. Se creó, pues, un doble poder, ya que el Comité de
Milicias, dominado por la CNT-FAI, tuvo, al principio, más poder real
que la Generalitat.
Y en Aragón, el Consejo de Defensa presidido por Joaquín Ascaso (CNT)
ejerció el poder real hasta que Lister, en agosto de 1937 y al mando de
tropas comunistas, restableció el "orden republicano" a sangre y fuego,
destruyendo las colectivizaciones y comunas libertarias, cuya
experiencia merecería un estudio objetivo, que poco tendría que ver con
las mentiras estalinistas. Evidentemente, ni los comunistas, ni muchos
socialistas y republicanos podían tolerar aquellas "locuras" de las
colectivizaciones.
Pero la CNT-FAI tuvo una actitud inconsecuente y contradictoria a lo
largo de la contienda. Allí donde podían, realizaron su "revolución
social" y mantuvieron sus experiencias hasta la derrota. En cambio en
otras zonas, al mismo tiempo y en contradicción con su ideología,
participaron en toda una serie de organismos estatales y en el propio
gobierno, presidido por Largo Caballero. Cuando éste, dimitido por el
Kominform, abandona sus cargos, se solidarizan con él y dimiten. Pero
vuelven a entrar en el gobierno y además tras la dimisión de Prieto como
ministro de Defensa en marzo de 1938. Prieto consideraba que se había
convertido en rehén de los comunistas y opinaba además que habían
perdido la guerra. Resumiendo: los anarquistas estuvieron a la vez en
los órganos del Estado y en los comités que querían destruir el Estado.
Desde un punto de vista militar es cierto que el "pueblo en armas"
logró, los primeros días, vencer al ejército en ciudades importantes
como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, etc. Ahora bien, al instalarse
la guerra en una duración incierta, pero duración, el ardor guerrero y
las técnicas basadas en experiencias de "guerrillas urbanas", no daban
abasto, en una guerra que, para resumir, calificaré de clásica, con
frentes, trincheras, ofensivas y retiradas, una guerra en la que la
superioridad del ejército franquista, en todos los aspectos y sobre todo
en armamento pesado (aviones, tanques, artillería) se demostró
rápidamente. A todas luces había que hacer algo, pero me autorizo a
discrepar de César Vidal, quien considera que el intento de organizar un
ejército republicano asimismo "clásico", era de "sentido común". Lo que
en realidad se llevó a cabo con la famosa "militarización de las
milicias", no fue la creación de un ejército eficaz, sino la toma de
control absoluto del ejército por los comunistas. El resultado fue un
pésimo ejército que copiaba las técnicas y las artes militares del
adversario, lo cual le situaba obligatoriamente en una situación de
inferioridad. Las batallas de Teruel fueron un ejemplo tétrico, pero no
único. Nadie supo llevar a cabo, ni siquiera imaginar, una guerra de
guerrillas (el término viene de nuestra guerra contra Napoleón, un
modelo), de movimiento, de golpes de mano, de audacia, más acorde con la
situación real y la mentalidad del "pueblo en armas". Lo cual no
excluye en principio ni la disciplina, ni la eficacia.
(Debo reconocer que leyendo el interesante y minucioso libro de César
Vidal sobre las Brigadas Internacionales, he modificado levemente mi
opinión sobre éstas: no sólo fueron un cuerpo de represión al servicio
del Komitern, lo cual está perfectamente descrito en dicho libro, sino
que combatieron en los frentes algo más de lo que yo imaginaba.)
La instauración de una dictadura comunista en zona roja, siempre tras
la máscara de la "defensa de la República", comienza abiertamente con
las famosas jornadas de mayo de 1937, en Barcelona, con el asalto a la
Telefónica, y continuará en Aragón y otras zonas, con mayor o menor
éxito según fuera la resistencia de los "incontrolados" de la CNT-FAI.
Este ataque a la Telefónica, que se convirtió durante unos días en una
guerra civil en el seno de la guerra civil, y con muchos asesinatos por
parte de las fuerzas del orden comunistas, también sirvió de pretexto
para la liquidación del POUM. No es que ese pequeño partido de
"unificación marxista" fuera muy favorable a las "locuras" anarquistas,
pero intuyeron que Moscú, en esa ocasión, iba a por ellos. Claro que la
campaña de "agitprop" sobre el "hitlero-trotskismo" del POUM ya había
comenzado, y con virulencia. El 17 de diciembre de 1936, Pravda, de
Moscú, escribía: "En Cataluña la eliminación de los trotskistas y
anarcosindicalistas ha comenzado; se proseguirá con la misma energía que
en la URSS". Lo intentaron, en efecto, y asesinaron mucho, pero los
resultados no fueron tan "enérgicos" como en la URSS.
Por aquellas fechas, a Stalin le interesaba demostrar como el
"hiltlero-trotskismo" (luego, tras el pacto nazi-soviético, se
convirtieron en agentes del imperialismo británico, y para terminar del
imperialismo yanqui) participaba de un complot anti-soviético mundial.
De ahí la importancia de la liquidación del POUM (que no era trotskista,
aunque algunos de sus dirigentes como Nin o Andrade sí lo habían sido),
su proceso a bombo y platillo, al mismo tiempo que los de Moscú, etc.
En Queridos camaradas, reciente entrega de la estafa histórica de la
socialburocracia postcomunista, Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo
ensalzan el papel heroico del PCE y culpan únicamente a los soviéticos
de los errores y posibles crímenes cometidos durante la guerra. Aunque
paralelamente y con dialéctica torpe, insisten en el papel positivo de
la "ayuda soviética". Seguimos con la mentira claudinista. Un solo
ejemplo. Según dicen Elorza y Bizcarrondo, "estos (los poumistas)
hablarán más tarde de versión española de los procesos estalinistas,
pero si tal era en verdad la intención del PCE, bajo una intensa presión
en Moscú, el resultado vino a probar la supervivencia del Estado de
derecho republicano" (Queridos camaradas, p. 454). El asesinato bajo
tortura de Andrés Nin (¡fue despellejado vivo!), el proceso y
encarcelamiento de sus dirigentes, la disolución del partido y de sus
Juventudes, la prohibición de su prensa, etc., cumpliendo, en parte, las
órdenes de Moscú, constituye para nuestros autores la ¡"supervivencia
del Estado de derecho republicano"! Buena ilustración de lo que entiende
Elorza por "estado de derecho". Porque el POUM era inocente, su única
culpa fue creer en el marxismo revolucionario, cuando éste pretendía
asesinarle.
Las guerras de Vietnam enfrentaron a dos bloques, dos sistemas, el
comunista y el capitalista, y terminaron con la victoria militar
comunista, relativamente pocos años después asistimos al triunfo, a
trancas y barrancas, pero triunfo, del capitalismo en Rusia, China,
Vietnam, Camboya. Salvando las distancias, lo mismo puede decirse de la
conclusión y resultado, con el tiempo, de nuestra guerra civil. Quien ha
vencido finalmente, tras la victoria militar franquista y tras largos
años de dictadura, es aquel sistema político odiado por todos, combatido
por todos, despreciado por todos, el sistema de la democracia
parlamentaria "burguesa". Hoy, por lo tanto, se puede afirmar que
nuestra democracia actual no es heredera ni del franquismo ni del Frente
Popular.
Un enclave cenetista en una ciudad levítica: apuntes para una historia del anarquismo en Cuenca
Irma Fuencisla Álvarez
Delgado y Ángel Luis López Villaverde (comunicación del Congreso del 75
aniversario de la FAI, , celebrado en Guadalajara en 2002)
La presente
comunicación pretende dar protagonismo al estudio del anarquismo en Cuenca
desde una perspectiva global, debido a la ausencia de una investigación en
profundidad al respecto que complete el camino iniciado con sendas tesis sobre
la II República y la Guerra Civil en Cuenca1, y que apuntan una situación tan
atípica como interesante; porque Cuenca, aun siendo una “ciudad levítica” y
conservadora, capital de una provincia de base fundamentalmente agrícola, sin
apenas tejido industrial y con un fuerte entramado de redes caciquiles2 (que
pervivirán casi intactas y actuarán a lo largo del período republicano), va a
ser, sin embargo, un “feudo” cenetista en la retaguardia republicana al menos
en los primeros años del conflicto bélico. En estos años la organización
alcanzará su momento álgido y la propia provincia quedará convertida, por el
devenir de los acontecimientos, en un punto estratégico, como núcleo de
comunicación entre Madrid y Valencia. Pero la presencia y el crecimiento de
esta organización en la capital se había iniciado mucho antes.
Reconstruir sus
comienzos y su trayectoria anterior a la proclamación de la República no es una
tarea fácil, no sólo por la escasa documentación, sino porque la “losa” del
miedo y la represión franquista cayó más pesadamente sobre los anarquistas
conquenses, condenados no sólo al desprecio sino al olvido. Son complejas
las razones que explican este crecimiento cenetista y su implantación
mayoritaria en esta ciudad, pero lo cierto es que desde 1931 se hizo con el control
de la Casa del Pueblo y en julio de 1936 tuvo una intervención decisiva
en el fracaso inicial de la insurrección, lo que, en cierta medida, determinó
el papel que Cuenca jugaría en la retaguardia. Y, por encima de todo, queremos
rescatar la memoria de unos hombres y mujeres que se atrevieron a “desafiar” y
“desestabilizar” la tranquila paz del caciquismo conquense.
1. Antecedentes
Los inicios del
asociacionismo conquense son bastante imprecisos y tardíos. Cuenca era una
provincia escasamente industrializada que, a comienzos de los años treinta del
siglo XX no había conseguido aún superar la fase artesanal, ni siquiera en la
capital, único núcleo urbano relativamente importante3. Aunque contaba con
recursos naturales (sobre todo madereros) que hubieran podido servir de base
para un desarrollo industrial, sin embargo carecía de una auténtica burguesía
lo que, unido a la tardía llegada del ferrocarril y a los efectos
descapitalizadores de la desamortización explica que en época tan tardía
conservara una estructura preindustrial “regresiva”.
Pocos eran los
sectores que contaban con establecimientos de carácter industrial al finalizar
la década de los veinte y aun en estos, con excepción de los de materiales de
construcción, fábricas de luz y los de madera, mueble y resinas, su número era
poco relevante con respecto a los de carácter artesanal; situación que sin
duda se encuentra en la base del retraso en la creación de sociedades
obreras de carácter reivindicativo e incluso de las de carácter benéfico, pues
hasta 1903 no había aparecido en Cuenca la primera sociedad benéfico obrera de
Socorros Mutuos4.
Más impreciso todavía
es tratar de hallar el punto de conexión entre los trabajadores conquenses y
los postulados anarquistas. Max Nettlau, en su libro acerca de la Internacional
y la Alianza en España, cita la existencia de una larga carta de Francisco
Mora, en agosto de 1871, a dos propagandistas de la Internacional en Cuenca5,
desconocemos los términos de la carta y no queda constancia de ningún grupo
organizado, aunque podemos suponer que quizá “la Idea” había empezado a
germinar en un pequeño grupúsculo.
Lo que sí podemos, es
fechar la llegada de prensa libertaria en los primeros años del siglo XX. En
1911 el semanario barcelonés Tierra y Libertad en su sección Maremagnum daba
cuenta de que “Vida Libertaria enviará una suscripción a Felipe de la Rica,
Calderón de la Barca 24, Cuenca” al tiempo que registraba el envío de 5,70
pesetas del mismo para el pago de dos suscripciones a este semanario, folletos
y ayuda a causas solidarias.6
En todo caso, el punto
de arranque del asociacionismo conquense, aunque extremadamente débil en sus
comienzos, fue La Sociedad Obrera La Aurora7. El hecho de tener como función
principal el ser una “bolsa de trabajo” (y considerando el acuciante problema
del paro, la carestía y el empeoramiento constante de las condiciones de
trabajo de los obreros), imprimió desde el primer momento un carácter
reivindicativo y combativo a la naciente sociedad obrera frente al caciquismo y
los poderes públicos así como un marcado anticlericalismo, reflejados
constantemente en las páginas de sus órganos de difusión, Vida Obrera,
semanario de corta vida, y, sobre todo, La Lucha8. Precisamente esta última
publicación nos va a suministrar variadas pistas, que a falta de documentación
oficial, permiten “seguir el rastro” de los militantes y simpatizantes
anarquistas.
La Aurora, ligada en
un principio a una inicial agrupación socialista conquense, era en realidad una
federación de sociedades muy heterogénea y en la que convergían muy distintas
tendencias ideológicas9. La componían desde sociedades integradas en la UGT
hasta otras consideradas “independientes”, lo que tenía su reflejo en la
amalgama de fuerzas de izquierda (el republicanismo, el socialismo, la
masonería, el librepensamiento y, cómo no, también la ideología libertaria)
tanto de su directiva como de la redacción de su órgano de prensa. Desde las
páginas de La Lucha, en las que no son excepción los artículos firmados por
destacadas plumas de ideólogos y escritoras o escritores libertarios, se
animaba a los obreros conquenses a suscribirse a La Revista Blanca o Generación
Consciente, leer las obras de Eliseo Reclús o Federica Montseny e incluso se
exhortaba a las mujeres a luchar por su emancipación engrosando “con toda
premura y a toda costa las filas del sindicalismo” rebelándose “por la
revolución, contra la propiedad y la autoridad en todas sus formas” puesto que
“la anarquía (les) brinda su vida”.10
La militancia
socialista de la mayoría de los dirigentes de La Aurora (o, al menos, su
consideración de tal por las autoridades), aseguró una vida “legal” a sus
secciones obreras y a sus integrantes (tanto ugetistas como “independientes”),
durante la Dictadura de Primo de Rivera; una “tapadera” que debió favorecer e
incrementar la militancia sindicalista, aunque no la afiliación. De otra manera
no podrían explicarse acontecimientos posteriores.
Su órgano de prensa, La
Lucha, pudo editarse (aunque censurado habitualmente, sobre todo en los
primeros años de la Dictadura) y dejó constancia de algunas disputas entre
algunos destacados representantes del socialismo y anarquismo conquense,
reflejo de la dualidad de posiciones de la sociedad obrera. Destaca en este
sentido la polémica recogida en sus páginas11 acerca de un artículo publicado
por Felipe de la Rica –anterior director de La Lucha y ya significado
anarquista, con una buena formación teórica y gran capacidad organizativa y
proselitista– en El Día de Cuenca en 1926, en donde polemizaba con algunos
dirigentes locales socialistas y denunciaba su expulsión de la sociedad obrera
y que éstos, por la pluma de Crédulo M. Escobar, no tardaron en contestar y
desmentir. De todos modos, la polémica no debió trascender más de la cuenta, y
su militancia no debió de interrumpirse, si es que lo hizo, apenas. Incluso
poco después encontramos al propio De la Rica en el mismo taller masónico
(Electra)12 que los socialistas Escobar, Giménez de Aguilar o Llopis.
La presencia
anarquista en el seno de La Aurora continuaba en 1927, como reconocía La Lucha,
en lo que parece ser una respuesta a algún “malintencionado” compañero del
periodismo conquense: “Si, querido colega... En Cuenca hay obreros socialistas,
sindicalistas, libres y ...LIBERTARIOS (¡!)”.13
Y este mismo año,
1927, nacerá La Alianza, sociedad de camareros, cocineros y similares,
perteneciente a la federación gastronómica que unos años más tarde acabará
afiliada a la CNT. Y también en los últimos años de la Dictadura, sea por el
incremento de la militancia obrera o por el empeoramiento de la situación
obrera en Cuenca, los conflictos laborales, junto al paro y a la protesta por
la falta de libertades, provocarán la convocatoria de una huelga general en el
verano de 1928 (de la que no queda constancia documental) pero que indica un
cambio de rumbo en la actuación de los obreros conquenses.
Pocos meses después de
desaparecer La Lucha, la sociedad obrera La Aurora va a tener una nueva reforma
reglamentaria14 (la tercera) para constituirse desde 1929 en Federación
provincial de sociedades y secciones obreras. La fórmula federativa, nos
permite ya atisbar un mayor peso de la organización anarquista por más que en
la declaración de principios del reglamento de octubre de 1929 se siga manteniendo
el mismo espíritu plural que hasta entonces la había animado.
2. La república
La II República (y en
especial su primer bienio) constituyó el período de consolidación e
implantación definitiva de la Federación anarquista en Cuenca. En julio de 1931
La Alianza, convertida en sindicato de Industria Gastronómica y anexos de
Cuenca, ingresó en la CNT. No obstante, ya dos meses antes está documentado el
primer acto de los afiliados y simpatizantes cenetistas; se trata de una comida
organizada el Primero de Mayo por la sociedad de camareros, en la que distintos
oradores al tiempo que propugnaban “la acción directa en las luchas
sociales”, fustigaban a “los políticos que con su falso redentorismo encubren
sus ansias de cargos obstaculizando el triunfo de las reivindicaciones
obreras”, en una actitud de evidente rechazo a la colaboración obrera respecto
al régimen republicano, en cuya lentitud veían “la garra reaccionaria” y el
interés “en que la reacción y el clericalismo no pierdan su atrincherada
posición”15. Dicho acto culminó con una intervención de Felipe de la Rica, en
la que defendía la táctica sindical de la Confederación y animaba para que de
esa reunión saliera “un núcleo preparado para propagar entre los trabajadores
conquenses las orientaciones de la Confederación Nacional del Trabajo”.
Y en efecto, en
septiembre de este mismo año, la dimisión de la junta directiva de
la sociedad obrera La Aurora (de mayoría socialista y elegida días antes del
cambio de régimen) obligó a unas nuevas elecciones, que dieron el triunfo por
ciento veinte votos de diferencia a una lista integrada en su mayoría por
cenetistas. La respuesta a dicho vuelco parece estar relacionada con la llegada
a Cuenca de trabajadores portugueses que, represaliados por la dictadura de
Salazar, fueron empleados en las obras del ferrocarril; los trabajadores
emigrados, que pertenecían a la Federación Regional portuguesa, se integraron
en La Aurora y se afiliaron a la CNT, incrementando un número de simpatizantes
anarquistas que, teniendo en cuenta el voto por secciones, ya debía ser
considerable16. La nueva situación produjo sin duda una fractura entre los
obreros conquenses, pues los ugetistas no tardaron en abandonar la sociedad y
su sede para fundar la suya propia17; desde entonces se dio el caso bastante
insólito de que la Casa del Pueblo sería la sede de la CNT.
Pero al margen de este
cambio interno, conviene resaltar el que trascendió más allá de sus paredes.
Desde que Víctor Delgado y Miguel Ábalos fueron elegidos presidente y
vicepresidente, respectivamente, de la nueva Aurora cenetista, la Casa del
Pueblo adoptará medidas más radicales18 y su nueva estrategia huelguística tuvo
su impacto en la vida de una ciudad hasta entonces demasiado indolente. La otrora
pacífica Cuenca vivía unos momentos de una conflictividad laboral sin
precedentes, y no sólo en la capital sino también en la provincia. Aunque sin
la contundencia de otros lares, tanto en el ámbito rural, bajo la batuta de la
ugetista Federación de Trabajadores de la Tierra, como en el capitalino, por la
CNT, sin embargo, la situación molestó de manera evidente al gobernador civil,
Alicio Garcitoral, quien llegó a afirmar que la provincia “sufría una sorda
convulsión que se manifestaba en constantes chispazos de agitación popular” y
que las sociedades conquenses eran indisciplinadas y revanchistas19.
En 1932, la antigua
Aurora dio paso a la Federación Provincial de Trabajadores de Cuenca, integrada
en la Confederación Regional del Centro. Para entonces, la CNT conquense
disponía de su propio órgano de prensa (el semanario ¡Adelante!20) y había
crecido considerablemente21, por lo que estaba en camino de convertirse en la
fuerza sindical hegemónica en la capital. Y su gran capacidad de movilización
se puso de manifiesto en las sucesivas huelgas convocadas en ese año y el
siguiente, motivadas por la “angustiosa crisis de trabajo” que padecían los
obreros de la capital, como incluso se reconocía en la prensa menos afín al
sindicalismo (aunque acusando a los anarquistas conquenses de “significados
agitadores para lanzar a la revuelta al elemento obrero”). Como era habitual en
todas partes, solían ir precedidas y seguidas de la detención de los
principales dirigentes22, la clausura de la Casa del Pueblo y el secuestro de
su órgano de prensa, que tuvo problemas para publicarse en varias ocasiones por
encontrarse en prisión la mayoría de sus redactores. Sobre su seguimiento nos
encontramos opiniones contrapuestas, como es habitual; la prensa local solía
informar de actuaciones violentas por parte de los huelguistas y manifestantes
que, lógicamente, eran desmentidas por éstos a través de las páginas de ¡Adelante!
Aunque no disponemos
de datos fiables de afiliación, todo indica que ésta iba aumentando y no sólo
por la necesidad de encontrarse afiliado a un sindicato para obtener trabajo,
sino porque servía de referente a los trabajadores23 que rechazaban tanto la
evolución de la política gubernamental como la actitud colaboracionista
mantenida hasta entonces por la UGT, y demandaban un cambio más profundo. En
1933, la CNT contaba en Cuenca con las secciones de camareros, albañiles,
madera, canteros, carpinteros, varios, mosaístas, peluqueros y barberos,
algunas de las cuales habían pertenecido antes a la UGT.
Unos 700 “confederados”
aseguraba tener la Federación local de Cuenca en su informe presentado el 6 de
mayo de 1934 al pleno de la Regional de Centro de locales y comarcales, con los
que “En caso determinado, (...) podrá paralizar, como en otras ocasiones, la vida
de la ciudad”. Pero a estas alturas, principios del segundo bienio, no se
vivían buenos momentos para el movimiento sindical en su conjunto. En dicho
informe, el sindicato conquense daba cuenta de la “situación económica
catastrófica” en que se encontraba, motivo por el cual no podían llevar a cabo
una propaganda eficaz y bien orientada hacia los sindicatos de la provincia,
donde sin duda había “excelentes militantes” que “andaban algo desmoralizados”
ante la importante presencia en la provincia de las organizaciones de la
UGT24.
Entre los afiliados de
la capital había mujeres, lo que venía a suponer en Cuenca una novedad casi
revolucionaria. Cierto es que, en muchos casos (pues conocemos sus nombres
través de la prensa) existía una relación personal o de amistad con sus
dirigentes, pero no por ello hay que descartar una afinidad ideológica o una
mayor concienciación entre las trabajadoras conquenses, pues ya desde las
páginas de La Lucha se había intentado realizar en años anteriores una gran
labor en este campo.
Y, por supuesto,
también había jóvenes, encuadrados en las Juventudes Libertarias, cuya andadura
comenzó en 1934; con pocos afiliados y vinculados en varios casos por
relaciones familiares con los otros cenetistas, pero que protagonizarán algunos
de los hechos “más sonados”25 en años siguientes.
Tras la fracasada
revolución de octubre, y pese a su nula incidencia en Cuenca, la represión
alcanzó también a los más destacados anarquistas conquenses que, como en el
resto del país, fueron encarcelados sólo por su pertenencia al sindicato;
las dificultades no mermaron sus fuerzas, aunque sí experimentaron cambios,
porque una vez restablecida la normalidad será ahora cuando surgirá un sector
afiliado a la CNT-FAI.
Las diferencias
tácticas o estratégicas entre los distintos sectores no afectarán a la
organización, empeñada en mantener la unidad de acción en la ahora denominada
Federación Provincial de Sindicatos Únicos. Y tampoco debieron afectar,
siguiendo las consignas del Comité Nacional, a la nueva táctica de abandono de
las posturas antipolíticas.
Frente al
abstencionismo propugnado hasta entonces, sus militantes tuvieron libertad de
voto en las elecciones de febrero de 1936, lo que debió de beneficiar a la
candidatura del Frente Popular, que contaba con dos abogados (Luis García
Cubertoret y Aurelio López-Malo) que habían defendido con éxito pocos meses
antes a unos jóvenes libertarios detenidos. Ambos fueron los candidatos más
votados de la capital tanto en febrero como, sobre todo, en mayo de ese mismo
año, al repetirse los comicios por las irregularidades detectadas en aquellos
comicios.
Mientras tanto, la CNT
había logrado aumentar su número de seguidores en la provincia de Cuenca; en
1936 llegaban a quince sociedades obreras y unos mil cien afiliados, la mayoría
de ellos (1.060) en la capital26, algunas decenas en Tarancón y algunos más en
pequeños municipios conquenses27, a pesar de los “inconvenientes” y la
“oposición” del gobernador civil para la legalización de nuevos sindicatos28.
Contando con esta
fuerza, la manifestación del Primero de Mayo de 1936, dos días antes de
celebrarse la repetición de unas elecciones a las que el atractivo de la “Covadonga
del resurgimiento derechista español” (como había sido calificada desde años
atrás la conservadora ciudad de Cuenca) era una buena cancha para que los
candidatos José Antonio Primo de Rivera (que pretendía salir de la prisión) y
Francisco Franco Bahamonde (a la sazón conspirando contra la República desde su
destino en Canarias pero que buscaba jugar a dos bandas por si no se consumaba
la sublevación aún en ciernes) intentaran un acta de diputado que la autoridad
electoral provincial acabó impidiendo. En este contexto, la manifestación del
Primero de Mayo acabó con el asalto al convento de San Pablo y el saqueo de su
magnífica biblioteca así como la marcha de sus frailes de Cuenca, tras
escucharse unos disparos que algunos manifestantes interpretaron que provenían
de los paúles. El suceso hay que enmarcarlo en el fragor de un clima político
que había situado a Cuenca en primera plana de la información nacional, y a
donde habían venido para hacer campaña tanto el socialista Prieto como un
hermano del líder falangista. La prensa y los testimonios de la época son contradictorios29,
pues mientras la derechista la calificaba de maltrato y vejación para los
monjes, la izquierdista hablaba de “provocación intolerable de los paúles” y
justificaba su abandono de la ciudad para evitar hechos violentos.
En cualquier caso es el
primer episodio de un anticlericalismo30 hasta entonces circunscrito a las
páginas de La Lucha, Electra, ¡Adelante! y Heraldo de Cuenca, pero que
adquirirá caracteres clerófobos unos meses más tarde. La “levítiva” Cuenca, que
tenía, en especial, en su parte alta un alto número de clérigos y monjes (amén
del obispo y el cabildo) y lugares de culto, cuya influencia social se
reflejaba claramente en un distrito calificado por la prensa izquierdista como
la “Sión”, se enfrentará en los meses siguientes a una revolución social y a
una persecución contra el clero a raíz de la sublevación impulsada por un
sector del ejército y los más conspicuos contrarrevolucionarios. Pero fueron
éstos, los sublevados contra un régimen legítimo –amparados en el ideal de “Cruzada”
para blanquear sus propósitos—, los mayores responsables de encender la chispa
revolucionaria (que supuestamente querían evitar) e iniciar una sangrienta
lucha fratricida que provocó la postración del país durante décadas.
3. Los anarquistas en
el fracaso de la conspiración civil 31
El 18 de julio de
1936, contra todo pronóstico y a pesar de que a gran parte de la población
conquense le podría haber gustado lo contrario, Cuenca no llegó a adherirse a
la rebelión. Todas las fuentes coinciden en mostrar al trío CNT, FAI y
Juventudes Libertarias, como los actores principales en el proceso de respuesta
a la conspiración de la ciudad. A pesar de las disensiones internas (que sin
duda las hubo y manifestarán en algunas actuaciones posteriores), mantendrán
una fuerte cohesión estructurada, tanto en la afinidad ideológica como en la
amistad, factor éste decisivo para asumir el control de la situación en los
primeros momentos.
Desde principios del
verano, la Falange Española había asumido el papel movilizador en la trama
conspiratoria, pero su escaso número de afiliados le impedía hacerse con el
control de la provincia; por ello contaba para llevar a cabo sus planes
con apoyos de Madrid y confiaba en las fuerzas del orden y, más concretamente, en
la Guardia Civil así como en la movilización de la ciudadanía conservadora.
Pero la detención de algunos de los principales cabecillas falangistas en la
madrugada del 14 de julio con la consiguiente descoordinación de sus fuerzas,
la escisión que se vivía entre los guardias concentrados y entre sus
mandos, unida a la indecisión de los comprometidos con la rebelión y la
ausencia de movilización de una parte de la población a la espera de
acontecimientos, facilitó un tiempo precioso para la organización de milicias
que, aunque débilmente armadas, de inmediato poblaron la ciudad para “abortar
cualquier posible iniciativa de elementos civiles o militares”32.
Las milicias
anarquistas (a las que se unieron también ugetistas y republicanos) organizadas
de inmediato desde la Casa del Pueblo, fueron las primeras en pasar a la
acción; ya el día 18 llevaron a cabo registros, detenciones y confiscaciones de
bienes en comercios y organizaron patrullas de vigilancia en la ciudad y en las
carreteras, al tiempo que disponían la ocupación de los principales edificios.
Al día siguiente, ante la negativa del gobernador civil a entregar armas, los
milicianos asaltaron las armerías, reforzándose aún más el control de la CNT y
las Juventudes Libertarias.
La respuesta de las
autoridades políticas también fue rápida. El día 20 nació el Comité de Enlace
Provincial del Frente Popular, con una representación equitativa de los
integrantes de la coalición, incluyendo también a los anarquistas, que junto
a los socialistas y comunistas ostentarán la representación mayoritaria.
Cinco de los dieciséis miembros de dicho Comité representaban a sus fuerzas:
tres a la CNT (Elías Cruz Moya, Mariano Martínez y Pablo Requena) y dos a la
FAI (Gerardo Alcañiz y Alberto Navarro). Nunca antes ni anarquistas ni
comunistas (estos últimos, sin apenas presencia en la capital pero sí en la
provincia) habían alcanzado tan alto grado de dominio en Cuenca, y nunca más
volverán a tenerlo tras la derrota final. Fue la chispa revolucionaria que se
encendió en julio de 1936 la que lo hizo posible.
A pesar de la
creación del Comité de Enlace, la CNT siguió asumiendo el control de la
situación en los primeros días y ante la persistencia de las sospechas de
conspiración en el cuartel de la Guardia Civil, el día 21 el presidente de la
Federación Provincial, Elías Cruz, solicitó ayuda al Comité de Defensa nacional
de la CNT que unos días más tarde envió a Cipriano Mera, entonces líder del
sindicato de la construcción, quién acompañado de la plana mayor del sindicato
madrileño, presionó ante el gobernador para que se desembarazara de la Guardia
Civil; pero las noticias recibidas en la sede central de una segura
insurrección de 200 guardias civiles del destacamento de Cuenca el día 28, le
obligaron a un segundo viaje, esta vez al mando de ciento cincuenta hombres,
evitándose definitivamente la sublevación.
Mera permanecerá en
Cuenca hasta fines de agosto pero, a partir de este momento, y ante la falta de
reacción del Estado Mayor del Ejército del Centro, el Comité de Defensa de la
CNT-FAI tomará una serie de decisiones para situar a Cuenca en su papel de
provincia de retaguardia “activa”, situación que mantendrá hasta el último
momento. En Tarancón33 se establecerá un importante Cuartel de Milicias, en
Cuenca se asentará una Columna para sus sucesivas reorganizaciones y desde la
serranía se prepararán operaciones destinadas a los frentes de Madrid,
Guadalajara y Aragón34.
4. La revolución
social
Cuenca fue durante
todo el conflicto una provincia de retaguardia y es posible que su situación
geográfica, alejada del frente, pero nudo imprescindible de comunicación entre
Madrid, Valencia y Aragón, facilitara que se mantuviera “leal” a la República
hasta el último momento, tras la caída de Madrid, pero de lo que no cabe duda es
de que en ella, gracias a la guerra, se produjo una auténtica revolución
social, que “trastocó” totalmente la vida de la ciudad y de la provincia,
alterando por completo las pautas de comportamiento tradicionales. “Cuenca,
bajo el signo de la CNT” se leía en CNT de Madrid en agosto35; de “fortaleza
anarquista” calificaban a la ciudad otros autores, y así fue al menos hasta
bien entrado 1937.
Cuenca suministrará
víveres y hombres a los frentes de Madrid, Guadalajara y Aragón, de lo que, en
gran medida, beneficiará a las milicias anarquistas. Desde los primeros
momentos se unieron cientos de jóvenes voluntarios a las filas de Cipriano Mera
y a la Columna del Rosal; además se formó una columna de unos cinco mil
milicianos voluntarios (procedentes de Valencia, Tarancón y Cuenca) que llegaba
a Madrid el 24 de julio; también se formó el Batallón de Voluntarios de Cuenca
número 2 creado entre los últimos días de agosto y primeros de septiembre de
1936. Y toda la provincia se convertirá en bases de asentamiento tanto de
milicias como de las posteriores unidades del Ejército Popular 36.
Mientras tanto, las
milicias anarquistas locales dispusieron controles para la salida y entrada de
la ciudad y la provincia; y en colaboración con la UGT, fuerza mayoritaria en
la provincia a través de la FNTT, llevarán a cabo una reorganización de la vida
económica y social, impensable hasta estos momentos y que, lógicamente, por la
ruptura que ocasiona y las circunstancias en que se desarrolla, no va a
estar en absoluto exenta de violencia y de represión.
Aunque hay que
resaltar, que ésta no se manifiesta de inmediato; Rodríguez Patiño apunta
también en este aspecto a un cierto mimetismo con respecto a lo que estaba
ocurriendo en otras ciudades de retaguardia. La represión, encaminada a acabar
con los elementos antirrepublicanos, tuvo como principales víctimas el clero
(que sufrió el mayor número de bajas, obispo incluido) y destacados
representantes de la CEDA y la Falange y prácticamente se circunscribió entre
los meses de agosto de 1936 y febrero de 1937. Muchas de las acciones iniciales
fueron llevadas a cabo por milicias incontroladas (aunque no siempre con el
desconocimiento del Comité o de otros organismos locales y provinciales) y en
municipios pequeños, a veces fueron más determinantes las rencillas personales
que las cuestiones políticas 37.
Pero la violencia en
tan alto grado, nunca antes vivida entre la sociedad conquense, no será la
única novedad. Las organizaciones obreras (UGT en la provincia y CNT, con un
control casi absoluto en la capital) verán incrementarse considerablemente
su número de afiliados y secciones; incluso esta última, sin duda gracias
a su nueva posición rectora irá alcanzando una mayor implantación en la
provincia, donde desde comienzos de 193738, aunque con bastante retraso con
respecto a otras provincias colindantes, se llevarán a cabo
colectivizaciones de tierras, con la novedad que supone, no ya la puesta en
marcha de una experiencia de explotación colectiva de la tierra, previa
incautación de la misma a los propietarios huidos o considerados enemigos de la
República, sino el propio asociacionismo agrario, prácticamente inexistente en
la mayor parte de los municipios de la provincia con anterioridad a 1936.
Y, a pesar de su menor
presencia, la central anarquista también va a estar presente en esta
experiencia agraria; de las ciento dos colectivizaciones con las que contaba
Cuenca en 1938, según los datos del Instituto de Reforma Agraria, sólo
cinco eran de titularidad anarquista, frente a treinta y siete de UGT, pero las
sesenta restantes eran mixtas. Las buenas relaciones entre las dos
centrales, impulsadas a escala nacional por sus respectivos Comités Nacionales,
también en el ámbito local se pusieron de manifiesto precisamente en estas
experiencias que fueron, al parecer, las que mejor funcionaron en la provincia 39.
A mediados de marzo de
1937, los responsables conquenses de ambas centrales “en vista de las
constantes diferencias que se suscitan en los pueblos entre los componentes de
las dos Sindicales (...) alrededor de los problemas creados por la Revolución”
hacían públicas unas normas conjuntas “para el desarrollo del trabajo y la
convivencia en los pueblos de la provincia donde ambas organizaciones tienen
representaciones y afiliados” 40.
Evidentemente, la
experiencia colectivizadora no quedó limitada al campo. En la capital, desde
los primeros momentos, se procedió a la incautación de edificios y locales
pertenecientes a la Iglesia o a la “buena sociedad” conquense (casas señoriales
o locales de ocio burgués, como el casino Círculo de la Constancia en el centro
de la ciudad que pasó a ser la sede de la CNT); también, de inmediato, fueron
requisadas las empresas públicas y privadas que pudieran garantizar los
servicios considerados básicos a la población (teléfonos, telégrafos, correos,
gas, electricidad, agua o algunos medios de comunicación...) y también
comercios e industrias, que pasaron a explotarse colectivamente mediante
asociaciones gremiales dirigidas por la CNT y la UGT. Estos procesos contaron,
la mayor parte de las veces, con el consentimiento del Comité de Enlace y
los sindicatos o del nuevo Comité de Incautaciones creado al efecto, aunque no
siempre fueron previas las disposiciones oficiales. Una parte de los comercios
y en particular las fábricas de harina, resina y madera fueron confiscadas y
colectivizadas, dándose incluso algún caso, como el de la fábrica de madera de
Correcher, en el que tanto obreros como propietarios trabajaron conjuntamente 41.
En líneas generales, la
experiencia colectivizadora (que alcanzó también a toda la industria
gastronómica) supuso un radical cambio desde el punto de vista social aunque
tuvo un escaso peso desde el punto de vista económico. Las dificultades
económicas motivadas por el papel jugado por Cuenca como suministradora de
recursos al frente y a otras provincias de retaguardia, la falta de tiempo y de
infraestructuras y la, en muchos casos, poca disposición de los trabajadores a
alterar sus formas de trabajo tradicionales entorpeció, en gran medida, un
proceso provocado por los acontecimientos que se estaban viviendo es muy
difícil valorar.
De cualquier forma, de
la investigación realizada por Rodríguez Patiño parece desprenderse que, a lo
largo de los tres años que duró el conflicto, la CNT asumió básicamente las
tareas de organización de la vida municipal a través de una serie de comités,
en colaboración no siempre fácil ni fluida con los socialistas y menos aún con
los republicanos. Aunque en lo que respecta a su posición de control (difícilmente
aceptada por éstos y sobre todo por los comunistas, representados en todos los
órganos y sobre todo en la Junta Provincial de Defensa) variará en función del
aumento de los afiliados a la central socialista UGT y, sobre todo, en función
de las relaciones mantenidas entre éstos y el resto de los grupos políticos y
sindicales.
Hasta la primavera de
1937, la posición de control de la CNT es indiscutible, hasta el punto de
que el Comité de Enlace, resultará casi inoperante desde los últimos meses de
1936, aunque sin llegar a desaparecer. Sin embargo, en el transcurso de 1937 y,
sobre todo, en 1938, como reflejo de la situación nacional, se irá produciendo
una progresiva escalada en el poder de los comunistas gracias al apoyo de
socialistas y republicanos y una mayor asunción del control de la vida
ciudadana por parte de los socialistas, aun cuando los anarquistas en modo
alguno “desaparecerán de la escena”. De hecho, el nuevo Comité del Frente
Popular, “remozado” en marzo de 1938, esta vez integrado por diecinueve
miembros, contará con tres representantes de la CNT (Víctor Delgado, Felipe de
la Rica y Elías Cruz Moya) y tres de la FAI (Gerardo Alcañiz, Alberto Navarro y
Agustín Álvarez), mientras que el PC sólo dispondrá de dos representantes.
Del distanciamiento
entre las distintas fuerzas y los anarquistas, pronto se pasará al
enfrentamiento “dialéctico” entre anarquistas y comunistas, con acusaciones
mutuas de “contrarrevolucionarios” reflejadas en sus respectivos órganos de
prensa, ¡Adelante! y Cuenca Roja, que se intensificarán tras los sucesos de
mayo de 1937 en Barcelona. Con un progresivo aumento de sus afiliados en la
provincia, aunque no en la capital, los comunistas no escatimarán esfuerzos por
alcanzar la hegemonía en Cuenca “liberándola” de “la acción corrosiva de los
incontrolables”42 situándose para ello en los más relevantes puestos
políticos y militares.
El nuevo gobernador
civil, el comunista Jesús Monzón, con el apoyo del Comité Central, desplegará
una intensa campaña de propaganda para limitar la influencia anarquista y
concienciar a la población conquense de la necesidad de apoyar la nueva
organización; carteles que inundaron la ciudad, actos públicos, desfiles,
impulso a las campañas del SRI43 son muestra de una intensísima actividad
desarrollada sobre todo a lo largo de 1938, que, si bien consiguió un
importante incremento de la afiliación en la provincia, apenas llegó a alcanzar
unos centenares de afiliados en la capital.
A comienzos de 1939,
también se precipitaron los acontecimientos en Cuenca. El gobernador civil
convocó reiteradamente una asamblea de alcaldes para estudiar la situación,
que, no obstante, no se celebró. Y el mismo día 5 de marzo (pasado el choque en
Madrid entre los partidarios de Casado y los comunistas fieles al gobierno de
Negrín) Jesús Monzón abandonó la ciudad –ante el previsible fracaso del
levantamiento que los comunistas preparaban también en Cuenca–, tras lograr ser
nombrado secretario general del Ministerio de Defensa Nacional44. Poco después
huían a Valencia y Cartagena la mayor parte de los miembros del Comité
Provincial del PC, mientras su organización y su sede eran desmanteladas.
De nuevo, aunque ya
por poco tiempo, el control pasó a manos anarquistas. El último gobernador de
Cuenca fue el cenetista Sigfrido Catalá Tineo, secretario de la Federación
local madrileña, quién firmó su primer decreto como tal el 7 de marzo, aunque
el nombramiento no se hizo oficial hasta el día 22.
5. El final de la
guerra, la represión y la lucha clandestina
El papel protagonista
alcanzado durante la contienda y su permanencia en la capital hasta los últimos
momento iba a volverse ahora en contra de los anarquistas conquenses. Tras la
caída de Madrid, las tropas de Franco llegaron a Cuenca en la madrugada del día
29 de marzo. Los últimos dirigentes del Comité, de la Comisión Permanente y el
gobernador que permanecían en la capital fueron apresados y los que habían
marchado poco antes hacia el puerto de Alicante fueron detenidos y recluidos en
los campos de Albatera, Alicante y Orihuela; por poco tiempo, pues el 25 de
abril el periódico Unidad45, bajo el epígrafe de “Redada de asesinos” daba
cuenta de la detención por el servicio de investigación de la Falange local de
dieciocho “destacados extremistas”, entre ellos seis de los miembros del
último Comité de Enlace, fusilados el 10 de mayo, tras un consejo de
guerra en el que, como era habitual “el Ministerio fiscal sometió a los
procesados a un minucioso interrogatorio, renunciando al mismo la Defensa”46.
Desde el primer
momento, los falangistas se harán cargo de la búsqueda y captura de los
“ladrones, asesinos e incendiarios”; a tal fin en la mañana del 15 de abril se
reunieron en el cine Royal47 “los camaradas que durante el dominio rojo han
sido objeto de encarnizadas persecuciones (...) con el objeto de crear (...)
una Junta o Tribunal Provincial, integrado por personas que hayan sufrido
persecución (...) y que sean conocedoras de todos los elementos sobre los
cuales se ha de realizar servicio de información o investigación”48. Y también
de inmediato, desde los primeros días de abril, comenzaron los Consejos de
Guerra y las subsiguientes ejecuciones 49.
La represión, como es
lógico, no alcanzó sólo a los anarquistas, pero sí recayó en ellos en mayor
medida. La falta de análisis al respecto acerca de la represión franquista,
tanto de la capital como de la provincia nos impide profundizar en este
capítulo, pero las fuentes orales consultadas y la memoria colectiva no
dudan de esta aseveración.
Con todo y a pesar del
exilio, las muertes y encarcelamientos, las torturas y la “violencia
arbitraria”50 ejercida sobre la población –a través de panfletos, alocuciones y
discursos periodísticos inflamados de arengas encaminadas a forzar las
delaciones–, la historia del anarquismo conquense aún tendrá un último
capítulo. Contamos con dos testimonios que avalan esta afirmación.
El primero es oficial:
se trata de un informe enviado por la Confederación Regional de Centro al
Comité de la CNT en el exilio51, en el año 1946, dando cuenta de la
reorganización del Movimiento Libertario en las prisiones, a partir del año
1940. Se refiere a todo el territorio en general, aunque entre otras provincias
cita expresamente a Cuenca; además el informe incluye la “Situación
actual de la Región” con datos concretos de cada una de las provincias
integradas en la Confederación. Dada la brevedad de lo referido con respecto a
Cuenca lo reproducimos textualmente:
“Aquí las raíces
confederales son más antiguas. Fue una de las primeras que se sumó
valientemente al movimiento anarcosindicalista, pero este estuvo limitado a la
capital, hasta que sobrevino la guerra civil y pudo adquirir gran desarrollo en
los pueblos. La represión fue tan bárbara que quedaron eliminados gran número
de los más destacados militantes.
El desarrollo actual
es muy limitado, aunque por fortuna está orientado por un buen C.P. que
controla núcleos extendidos por las comarcas. Existen actividades subterráneas
de los grupos guerrilleros que viven en su serranía, pero de un carácter más
esporádico que en Ciudad Real y Toledo.
Las relaciones de
nuestro Movimiento con las demás fuerzas son cordiales pero poco eficaces a
causa de la apatía enervante que predomina en ellos.
Recientemente fueron
detenidos más de una veintena de compañeros en la capital y pueblos de la
provincia, debido a una maquinación odiosa montada por la Guardia Civil. A
pesar del percance otros compañeros han reemplazado a los detenidos y el C.P.
no ha dejado de funcionar.”
El segundo, un
testimonio oral, vino a confirmarnos que efectivamente, pasados los primeros
meses, hacía el año 1941 comenzó de nuevo a reorganizarse la lucha y las
aportaciones económicas:
“al terminar la
guerra, cuando trajeron a mi tío al Seminario, después de estar en un campo de
concentración en Zaragoza, en Torrero, empecé a colaborar; en el tren venía la
propaganda y los cupones, escondida en la levadura del pan o entre la fruta;
otro compañero y yo (...) la recogíamos con el carro y la repartíamos en la
plaza (del Mercado) y la Renfe y como yo subía el 'pescao' a la cárcel
(del Seminario), aunque sólo podía pasar a la cocina la dejaba aquí y un
cocinero la hacía llegar a los presos”48.
Esta situación parece
que se mantuvo así más o menos hasta el final de la década en que
“las dificultades cada vez mayores, el cansancio y por qué no decirlo la
desmotivación pusieron fin a esta lucha”.
6. Conclusiones
Las relaciones
laborales en un marco preindustrial y un fuerte entramado caciquil y clerical,
vinculado siempre a la derecha más conservadora, va a ser el marco en que se
inicie un asociacionismo obrero que, impulsado por la presencia de unas figuras
con un fuerte poder de atracción va a hacer bascular a una buena parte de la
población trabajadora de la capital conquense hacia posturas ideológicas más
radicales.
Los cambios observados
en la II República, en cuanto a las relaciones económicas y sociales, no harán
sino reforzar un sector anarquista cada vez más numeroso, aun dentro de la
débil afiliación de la clase trabajadora conquense, que se irá incrementando
ante la contundencia de las autoridades locales para frenar el aumento de la
conflictividad durante estos años; una actuación que responde más a un
mimetismo ante la situación nacional que a la propia “agresión”
local.
La guerra, por último,
vendrá a consolidar un dominio hasta ahora restringido a la capital, donde lo
seguirá siendo prácticamente durante todo el período, pero que incluso se irá
haciendo extensivo a la provincia, en colaboración con la central socialista,
implantada mayoritariamente en ésta. Un control asegurado en los primeros
momentos gracias a la ayuda llegada de Madrid, pero igualmente reforzado por
la característica “indolencia” de la población conquense, que
tradicionalmente asume las directrices marcadas por el gobierno de Madrid; lo
que en este caso vino a favorecer al único sector “militante” de la sociedad
conquense.
1.- Respectivamente,
Á. Luis López Villaverde, Cuenca durante la II República: elecciones, partidos
y vida política, 1931-1936 (Cuenca, 1997); Ana Belén Rodríguez Patiño, La
Guerra Civil en Cuenca (1936-1939), tesis inédita leída en la Universidad
Complutense de Madrid el 26 de febrero de 2002.
2.- Ver al respecto Á.
Luis López Villaverde, “Pervivencias caciquiles y conservadurismo en la
provincia de Cuenca (1931-1936)”: Añil. Cuadernos de Castilla-La Mancha 3
(marzo 1994) 54-59.
3.- M. Ángel Troitiño
Vinuesa, Cuenca: evolución y crisis de una vieja ciudad castellana (Madrid
1984), en especial las páginas 231-256. En 1917, de 131 establecimientos
fabriles, tan sólo 23 podían ser considerados de carácter industrial; de entre
éstos, 6 pertenecían a la rama de alimentación, 9 a la de madera y el resto se
repartían entre textil (2), Herrería y calderería (4) y fábricas de luz (2);
pero aun estos establecimientos considerados industriales disponían de un
número reducido de operarios.
4.- Se trata de La
Fraternal, una sociedad benéfica y filantrópica creada el 27 de abril de 1903,
con el objeto de mejorar intelectual, moral y materialmente a la clase obrera,
lo que incluía desde las ayudas por enfermedad y muerte hasta actividades
educativas y culturales. Hay que destacar que muchos de sus afiliados lo
estarán posteriormente también en La Aurora, que, como veremos, inicia el
asociacionismo de clase y será el germen sindical de donde arranque tanto la
UGT como la CNT de la capital.
5.- Max Nettlau,
“Documentos sobre la Internacional y la Alianza en España” (1969), en Luis
Esteban Barahona, La I Internacional en Castilla-La Mancha (Madrid 1998) 96 (y
cita 61). Francisco Mora abandonará la Alianza española un año más tarde para
unirse a Lafargue y será uno de los fundadores del PSOE, pero en la fecha de
que data la carta pertenece al Comité Federal y se encuentra exiliado en
Portugal junto con Morago y Anselmo Lorenzo para fundar una sección de la
Alianza en este país.
6.- Tierra y Libertad
(Barcelona, 31 mayo 1911) 4. El dato es puntual pero a nuestro juicio
importante. Felipe de la Rica, empleado de contribuciones, figura también en
una curiosa “Relación de individuos de ideas avanzadas” que el gobernador civil
de Cuenca remite al Ministerio de Gobernación en 1922, a los que calificaba de
“sospechosos: personas de cuidado”. Junto a él, Pascasio Muñoz, obrero; Anselmo
Belinchón, sastre –fundador de La Aurora-; Abel Abad –republicano lerrouxista-;
y D. Emilio Sánchez Vera, hermano del fiscal de la Audiencia (sic)
-republicano.
7.- Nacida el 18 de
julio de 1914, se trataba en realidad de una federación de sociedades creada
con la finalidad de “estudiar las condiciones de trabajo locales (...) de tener
en todo momento ‘una bolsa de trabajo’ en la que figuren por oficios los
obreros parados, para darles ocupación tan pronto lo consientan las necesidades
de la industria; y son estas sociedades federadas las que han de acudir
frecuentemente a solicitar trabajo cerca del municipio, de la diputación, de
las autoridades en general, para que no se dé el caso de que emigren los
trabajadores locales y sean suplantados por obreros de otras localidades”.
Electra 26 (Cuenca, 20 octubre 1930).
8.- Ver al respecto A.
Luis López Villaverde e Isidro Sánchez Sánchez, Historia y evolución de la
prensa conquense (1811-1939) (Cuenca 1998), en especial las páginas 55, 91, 244
y 247-249.
9.- Á. Luis López
Villaverde, “Los orígenes del asociacionismo obrero conquense (1903-1930)”:
Añil. Cuadernos de Castilla-La Mancha 11 (otoño 1996) 68-70.
10.- La Lucha 152 (1
julio 1923) y 153 (8 julio 1923).
11.- La Lucha 320 (10
octubre 1926) y 321 (17 octubre 1926), en contestación a los artículos de El
Día de Cuenca de 5, 9 y 10 de octubre. La polémica se había iniciado por la
negativa de Felipe de la Rica, según sus palabras, a publicar en La lucha, de
la que era director, un artículo de Crédulo M. Escobar cargado de injurias a la
directiva de La Fraternal.
12.- Para más
información sobre este taller masónico remitimos a los artículos y
comunicaciones publicados al respecto por A. L. López Villaverde y A. R. del
Valle Calzado, entre los que destacan: “Masonería conquense durante la II
República: el triángulo Electra”: Cuenca 36 (1990), 59-70; “La masonería en el
avance del republicanismo conquense: la logia y el decenario Electra”, en J. A.
Ferrer Benimeli (coord.), La masonería española entre Europa y América II
(Zaragoza 1995) 659-670.
13.- La Lucha 360 (31
julio 1927). El subrayado y negrita en el original.
14.- La Aurora va a
ser reformada en tres ocasiones, en mayo de 1915, abril de 1920 y por último en
julio de 1929, en que pasa a constituirse en Federación provincial de
sociedades y secciones obreras. Sobre su pluralidad, su reglamento era muy
claro: “esta Federación respeta en su más amplia libertad el pensamiento de
todos y cada uno de sus componentes, siempre que se desenvuelvan dentro de la organización
y aspiren a la emancipación de la clase proletaria”. Reglamento de La Aurora
(1929). Biblioteca pública de Cuenca.
15.- “No se puede
(decía Víctor Delgado) colaborar con una república que fulminantemente no
separa a la Iglesia del Estado y confisca sus bienes y no da solución adecuada
al latifundio y minifundio (...). Ahora bien, esta no colaboración no quiere
decir que no estemos prestos a defender la actual situación si los elementos
reaccionarios intentaran restaurar su pasado, que chorrea sangre y oprobio”, La
Voz de Cuenca 457 (5 mayo 1931).
16.- En la entrevista
oral mantenida con Jesús Muelas en Madrid (15 octubre 2002), este militante nos
recalcó cómo uno de los compañeros, representante de la sección de Artes
Gráficas, de mayoría ugetista, tuvo que votar la otra lista, por disciplina de
voto, a pesar de que era anarquista.
17.- El nuevo local,
en Alonso de Ojeda, número 7, se había inaugurado en octubre de 1930. Tras la
escisión, Miguel Ábalos adquirió el local en nombre de los nuevos representantes,
pero aun cuando pronto pasarían a ser Federación provincial adscrita a la CNT,
seguiría figurando La Aurora como titular. Hemos consultado documentos que
acreditan los problemas económicos de la Federación conquense para hacer frente
al pago, que en los primeros años era de 1.000 pesetas, según nos contó Jesús
Muelas, pero este hecho motivará las acusaciones de incautación de este local
de que fueron objeto los anarquistas conquenses y sin duda hasta la actualidad
ha dificultado su devolución.
18.- Ya en la toma de
posesión, en la que intervinieron algunos representantes de la Federación
madrileña para defender la estrategia sindical de la CNT, Víctor Delgado retomó
el discurso de mayo y atacó a los políticos por haber traicionado a la “revolución
española”, La Voz de Cuenca 482 (27 octubre 1931).
19.-En su entrevista
en El Sol 4.995 (Madrid, 7 enero 1932), Garcitoral afirmaba que“Las numerosas
sociedades obreras que en esta provincia se han constituido desde la
implantación de la República carecen de la disciplina necesaria, del puro
sentido de la defensa. Muchísimas están manejadas bajo cuerda por desafectos al
régimen que se ocultan sabiamente. (...) Las Sociedades Obreras, ni son
socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas. Son sociedades movidas por un
afán de revancha, afán que a veces, desgraciadamente bastantes, va más allá de
lo debido.” Poco después, este político radical-socialista, antiguo secretario
de Marcelino Domingo, fue cesado en su cargo de gobernador de Cuenca.
20.- Este semanario
tuvo dos etapas: la primera, entre 1932 y 1934 y una segunda entre 1936 y 1938,
dirigidas, respectivamente, por Víctor Delgado y Felipe de la Rica.
21.- En septiembre del
año anterior se había constituido la sociedad de oficios varios y dos meses
después la sección de albañiles decidió por unanimidad ingresar en la CNT.
22.- La primera huelga
general tuvo lugar a primeros de octubre de 1932 ante la negativa de las
autoridades a incrementar la zona de regadío en los alrededores de la capital
para paliar el paro obrero, tal como había propuesto la Federación Provincial
de Trabajadores. La huelga, considerada ilegal, se fue caldeando y se
produjeron algunos incidentes que se saldaron con la clausura de la Casa del
Pueblo y la detención de siete personas, entre las cuales se encontraban el
presidente de aquélla, el secretario de oficios varios y el de la Federación.
En enero fueron puestos en libertad los cuatro restantes, pero estos aún
tardaron en salir. Pocos meses después, los días 17 y 18 de abril de 1933, una
nueva huelga general (declarada también ilegal) convocada por los sindicatos de
la madera y de la construcción por los numerosos despidos en el sector, se
saldó con nuevas detenciones y el cierre de la sede, tras los incidentes de la
Resinera.
23.- En una entrevista
mantenida con un antiguo militante hace ya una década, Baltasar Iniesta,
confirmó que muchos militantes ingresaron en la Federación no tanto por su
ideología anarquista sino por su desengaño respecto a las timoratas reformas
gubernamentales.
24.- Desmoralizados y
sin muchas ganas de contribuir a la causa, pues también el informe recogía la
falta de pago de los cupones por parte de “los escasos pueblos organizados en
la provincia” lo que atribuía “más que nada, a su falta de preparación
ideológica”. Actas de la Federación Regional de Centro de locales y comarcales
(6 de mayo de 1934). Fundación Anselmo Lorenzo. Documentación microfilmada del
Comité Nacional de la CNT. Rollo 175. 68B, carpeta 2.
25.- En los últimos
días de julio de 1935 fueron detenidos varios jóvenes libertarios, acusados de
estar preparando un “tenebroso complot izquierdista”, como aireaba la prensa
más reaccionaria (ABC y El Defensor de Cuenca), que fueron puestos en libertad
tras demostrarse en el juicio la falsedad de tales argumentaciones y que
sirvió, curiosamente, para mejorar la imagen de sus defensores (el socialista
Cubertoret y el republicano de izquierdas Aurelio López-Malo) entre la
militancia obrera conquense.
26.- Si tenemos en
cuenta que la capital conquense tenía 20.086 habitantes en 1936, nos
encontramos con un porcentaje de afiliados cenetistas cercano al 5,3 por 100 en
relación a la población total. Las cifras de afiliación a la UGT en este
momento se sitúan en torno a los 460, pero frente al incremento que la CNT
experimentará en los primeros meses de la revolución ( 3.428 afiliados en
1937), la UGT pasará a 350 en julio de 1937 y 902 en el año siguiente.
27.- Datos que se
desprenden de la consulta de la obra de N. Rodrigo González, Las colectividades
agrarias en Castilla-La Mancha (Toledo 1985) 31. En años anteriores, algunas
fuentes mencionan afiliados en Talayuelas (Antonio Ortiz, “Panorama electoral
de las provincias castellanomanchegas en 1930: el último intento caciquil
frente a la República”, en Transformaciones burguesas, cambios políticos y
evolución social 1, Toledo 1988, 469), Cardenete, Naharros y Alcantud (Adelante!
16, 18 febrero 1933) y Fuentes, Uña, Cañete o Villar de Olalla (estos últimos
municipios facilitados por Baltasar Iniesta).
28.- En informe
remitido al Comité Nacional de fecha 6 de julio de 1936, esta Federación
manifiesta esta queja, con respecto a los pueblos que afirma tener “en período
constitutivo”: Olivares del Júcar, Salvacañete, Uña, Motilla del Palancar,
Zafrilla, Casas de Fernando Alonso, Villanueva de los Escuderos, Cañaveras,
Narboneta, Mohorte, Hinojosa del Castillo, Fuentes, Pineda del Castillo y
Garaballa. Fundación Anselmo Lorenzo. Documentación microfilmada del Comité
Nacional de la CNT, Federación Regional de Centro, rollo 128B, 50ª, carpeta 4.
29.- Un testigo de los
hechos (Jesús Muelas) nos ha reiterado recientemente en una entrevista oral la
certeza de la procedencia de los disparos desde el convento, contradiciendo
otros testimonios de contemporáneos o las afirmaciones de algunos clérigos
actuales que siguen empeñados en mantener el victimismo clerical y el lenguaje
de Cruzada.
30.- Para más
información al respecto, remitimos a A. Luis López Villaverde, “La Iglesia de
Cuenca durante la II República (1931-1936)” Hispania Sacra 99 (1997) 73-85.
31.- Para más
información remitimos al capítulo de Ana Belén Rodríguez Patiño, “La guerra
civil en una provincia sin historia: Cuenca”, en Manuel Ortiz Heras (coord.), La
guerra civil en Castilla-La Mancha. De El Alcázar a los Llanos (Madrid 2000).
Como ya se avanzó, esta autora ha leído recientemente su tesis doctoral sobre
la Guerra Civil y aporta una información imprescindible sobre el tema, en
espera de su pronta publicación.
32.- En este punto,
tras hacer una precisa reconstrucción de los hechos, Rodríguez Patiño califica
de “desmesurada” esta reacción y de “exageración” de su gesto por cuanto “la
tranquilidad marcaba aquella calurosa noche en la pacífica Cuenca” (tesis
citada, páginas 200-206).
33.- Fue célebre el
episodio protagonizado por los anarquistas de Tarancón (a mitad de camino entre
Madrid y Cuenca, en la carretera hacia Valencia), al retener a los miembros del
gobierno en su “huida” a Valencia, casi el único conocido a nivel nacional del
anarquismo y aun de la guerra civil en Cuenca.
34.- La información
sobre el desarrollo militar se basa fundamentalmente en las aportaciones de A.
B. Rodríquez Patiño en las obras citadas.
35.- CNT (Madrid, 25
agosto 1936).
36.- Tres hospitales
militares se crearon en la provincia, en Uclés, Valdeganga y Cañete. Los dos
primeros recibían heridos del frente de Madrid y en múltiples testimonios de
brigadistas internacionales recuerdan su paso por ellos. No sabemos si su
organización y mantenimiento dependía directamente de la CNT, pero en la
memoria colectiva se recuerdan como hospitales de los anarquistas.
37.- Aunque las
fuentes difieren, A. Belén Rodríguez Patiño da una cifra total de 516
represaliados en la provincia durante todo el período. De ellos 134 lo serían
en la capital. Con respecto a éstos y por profesiones serían: 36 religiosos, 16
profesionales liberales, 15 jornaleros, 15 pequeños propietarios, 9
industriales, 8 empleados públicos, 7 empleados privados, 6 artesanos, 4
estudiantes y 2 jubilados.
38.- Para más
información al respecto, consultar Natividad Rodrigo González, Las
colectividades agrarias en Castilla-La Mancha (Toledo 1985). Algunas
colectividades como la de Huete (mixta) o Villas Viejas (CNT) se habían
iniciado ya en agosto de 1936, pero el impulso mayor se realizará a partir de
1937. También para las colectividades libertarias, más datos en José Luis
Gutiérrez Molina, Colectividades libertarias en Castilla-La Nueva (Campo
Abierto, Madrid 1977). Este autor, cuya fuente directa son los informes de la
Federación Regional de Campesinos del Centro, cita 65 colectividades
anarquistas, atribuyendo según parece a la CNT, las 60 colectividades mixtas
que aparecen en los datos del IRA.
39.- Destacan, en este
sentido, las de Cardenete, una de las primeras que se fundó con más de 320
colectivistas o Iniesta, que aunque duró pocos meses, contó con mas de 640.
40.- José Peirats, La
CNT en la Revolución Española (Móstoles 1998) 342ss.
41.- La actuación
obrera en estos casos denota todavía cierto carácter de “rebeldes primitivos”
que ha acompañado al anarquismo conquense desde sus comienzos; es más una
respuesta a las formas de relación anteriores al conflicto, continuando en
cierta medida una relación paternalista, aunque en este caso a la inversa, que
una respuesta “lógica” al momento revolucionario que se está viviendo.
42.- “¿Hasta cuando
vamos a tener que soportar la acción corrosiva de los incontrolables?” se
preguntaban en Cuenca Roja el 16 de mayo de 1937, evitando nombrar a los
anarquistas a los que despectivamente denominarán siempre incontrolables o
incontrolados, además de contrarrevolucionarios, aunque esta acusación será
mutua.
43.- A finales de 1937
se puso también en marcha en Cuenca una delegación de la SIA, impulsada por el
Comité Provincial de la CNT, de la que se hizo cargo José Fariñas, secretario
de la sección de funcionarios públicos de la CNT madrileña, destinado a Cuenca
en noviembre de este año. La documentación que hemos podido consultar acerca de
las campañas llevadas a cabo por esta organización, nos muestra además de la
respuesta de la población, la disposición que esta delegación tenía para
colaborar con las autoridades, que no dudaron después en atribuir los éxitos a
la labor del SRI. Fundación Anselmo Lorenzo. Documentación microfilmada del
Comité Nacional de la CNT. Rollo 164, 65B, carpeta 1.
44.- BOPC, 6 marzo
1939. Circular haciéndose cargo del mando interino de la provincia (por
ausentarse debidamente autorizado (...) D. Jesús Monzón) el Sr. Comandante
Militar… como también recoge A. Belén Rodríguez Patiño, aunque el nombramiento
había sido oficial, en Cuenca fue interpretado como un abandono de su puesto en
un momento crítico (tesis citada, páginas 601 y 602).
45.- Diario de la 1ª
Compañia de Radiodifusión y propaganda en los frentes, editado en la capital,
que pronto pasaría a ser el órgano de la Falange Española Tradicionalista y de
las JONS. En Albatera también es detenido Sigfrido Catalá y de allí es enviado
a Portacoeli. En el año 44, tras salir de la cárcel, se incorpora a la lucha
clandestina. Velada en memoria y recuerdo de Sigfrido Catalá Tineo (Valencia
1978). Fundación Anselmo Lorenzo, F/122.
46.- Unidad 3 (25
abril 1939), 5 (27 abril 1939) y 18 (10 mayo 1939). Los detenidos y fusilados
fueron Elías Cruz Moya, Gerardo Alcañiz y Agustín Álvarez de la CNT y la FAI;
Ismael Hermosilla y Ventura Cañas de la UGT y Pedro Navarro de IR. También
hemos podido indagar sobre algunos de los demás miembros: Felipe de la Rica fue
detenido en Cuenca, donde permaneció y murió de un disparo en la cárcel en
1940; Máximo Parrilla, de IR, según consta en su expediente del Tribunal de
Responsabilidades Políticas, “se suicidó al triunfar el movimiento” (sic).
47.- El nuevo gobernador,
José María Frontera de Haro, entre otras muchas cosas, como la prohibición de
la blasfemia, había publicado también el día 10 de abril, una circular poniendo
en conocimiento de las autoridades locales, empresarios de espectáculos y
público en general, que no podría representarse ninguna sesión de cine sin que
antes se hubiese provisto el empresario de una efigie del Generalísimo y de un
disco del Himno Nacional del que deberían interpretarse al menos los diecisiete
primeros compases. BOP, 10 de abril de 1939, Archivo Histórico Provincial.
48.- Unidad 1 (19
abril 1939).
49.- Al respecto
consultar David Prieto Jiménez, “Aproximación a la represión física durante la
posguerra en Cuenca capital (1939-1945)”, en El Franquismo: El Régimen y La
Oposición. Actas de las IV jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación
en archivos (Guadalajara 2000). Prieto Jiménez da una cifra de 301 ejecutados
entre 1939 y 1944; de ellos, 49 en 1939, 186 en 1940 y 40 en 1941.
50.- Ibíd., 703.
51.- Informe recogido
en J. M. Molina, El movimiento clandestino en España. 1939-1949 (México 1976)
358-366.
52.- Testimonio oral
de E. Delgado Cañas que en 1941 tenía 14 años. Según nos contó era entre los
ferroviarios y en la fábrica de maderas donde se encontraban los principales
núcleos de apoyo.