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Federica Montseny


 
 



Federica Montseny nació en Madrid el 12 de febrero de 1905. Era hija de dos anarquistas catalanes que fueron procesados en varias ocasiones por sus ideas libertarias. Unos padres peculiares, sin duda, que fundaron las publicaciones La revista blanca y Tierra y libertad, y que educaron a la niña en casa, ya que su madre era maestra. 

De jovencita no se aburrió: estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, al tiempo que estaba afiliada a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y colaboraba en publicaciones anarquistas, donde escribía sobre filosofía, literatura y feminismo. 

El 4 de julio de 1931, en la inauguración de un ateneo libertario, Federica Montseny se refirió al anarquismo con estas palabras: "Es un ideal que dice al hombre: eres libre. Por el solo hecho de ser hombre, nadie tiene derecho a extender su mano sobre ti. Eres tú el señor y el dios de ti mismo...". A luchar por ese ideal dedicó su vida, llegando incluso a ser ministra durante la Guerra Civil, por entender que la unidad de los antifascistas era necesaria para derrotar a las tropas franquistas. "Una mujer de voluntad de roca, que no se tuerce, y de carácter de hierro, que no se rompe". Así se definió a sí misma esta tenaz luchadora. Lo mismo que aquellos que tuvieron el honor de conocerla entre los que me encuentro yo  (J.A.S.T).

Federica Montseny ha pasado a la historia como la primera mujer que formó parte de un Gobierno en España: de noviembre de 1936 a mayo de 1937 fue Ministra de Sanidad y Asistencia Social en el Gobierno del socialista Largo Caballero. Durante su mandato se enfrentó a Problemas que la guerra hizo acuciantes, como las cuestiones hospitalarias y la evacuación de refugiados. Cabe resaltar la creación de los liberatorios para prostitutas, donde se les ofrecía alojamiento y les enseñaba un oficio, y la promulgación de una ley del aborto. Tras la caída de Largo Caballero se opuso a una nueva participación de la CNT en el Gobierno. Terminada la guerra se exilió en Francia. Huyendo de los nazi se refugió en la Borgoña y, tras ser detenida, el Gobierno de Madrid solicitó su extradición, que fue denegada a causa de su embarazo. En 1945 se instaló en Toulouse, donde vivía desde entonces sus visitas a España fueron frecuentes dando charlas, Mítines y apoyando el Anarquismo en nuestro país lugar que ella siempre llevo en su corazón. Nunca, hasta su muerte, renunció a sus ideales anarquistas. En 1987 publicó el libro autobiográfico Mis primeros cuarenta años que narra el periodo de su vida comprendido desde su nacimiento hasta el final de la II Guerra Mundial.


   

Las batallas juveniles de Federica Montseny oscilaron entre el ámbito doméstico, donde perseguía en la vida cotidiana un trato igualitario con los hombres y romper con la tradicional postergación de la mujer, y el público, donde se volcó a través de la labor editorial de sus padres a publicitar a través de revistas y libros las ideas libertarias. "El grupo de anarquistas en el que creció constituía una suerte de gran familia, donde había fuertes afinidades entre padres y hermanos y amigos y correligionarios. Puede hablarse incluso de una especie de falansterio, al estilo de Fourier, pues, junto a la labor editorial, tenían también actividades agropecuarias para poder sobrevivir. 

"Eran gente de principios y muy solidarios", cuenta Lozano del grupo que rodeaba a Federica Montseny. "No es que reivindicaran la infidelidad en las parejas cuando pretendían acabar con el modelo tradicional de familia. Luchaban porque cada cual pudiera elegir al compañero o compañera que quisiera, y poder cambiar si las cosas no habían funcionado". Federica Montseny estuvo siempre unida a su compañero Germinal Esgleas, con el que tuvo tres hijos. 

Acabó la dictadura de Primo de Rivera, llegó la República. Todo aquello se vivió como una gran revolución, pero en el ámbito de la joven anarquista se quería ir más lejos. Es la época en la que Federica Montseny se vuelva en cuerpo y alma en su trabajo con la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), el sindicato anarquista. Los mítines, las publicaciones, las iniciativas solidarias siguieron su curso. Todo cambiaría drásticamente con el golpe de los militares y el estallido de la Guerra Civil. Fue entonces cuando llegó lo que Irene Lozano llama la "revolución inesperada". El alzamiento permitió que los grupos anarquistas convirtieran muchas de sus aspiraciones remotas en algo real. Las calles se llenaron de gente, el mundo se transformaba a marchas forzadas. Y hubo también mucha violencia. 

"No creo que Federica Montseny supiera claramente al principio de la guerra lo que los anarquistas tenían qué hacer. Los acontecimientos iban demasiado rápido", dice Irene Lozano. "El Estado había sido siempre el gran enemigo, pero entonces había un enemigo mayor aún. En medio de la vorágine, considera finalmente que lo más importante es ganar la guerra, aunque para ello haya que formar parte de un Gobierno". 

Teresa Claramúnt llego a tener una gran importancia para Federica Montseny, una obrera tejedora muy próxima a su familia y que había sido una activa luchadora en las filas sindicales y que murió al llegar la República. "No es que creyera en el sindicalismo, pero actuó en ese medio. Entendió que debía ocupar el lugar que había dejado su amiga y apoyó la insurrección y las conquistas de los anarquistas".

Los acontecimientos se fueron complicando cada vez más. La explosión revolucionaria inicial no fue suficiente para detener el avance del ejército franquista y las traiciones que por parte del Partido Comunista estaban realizando en retaguardia (recordemos mayo del 37) persiguiendo a todos aquellos que no eran comunistas de Moscú (C.N.T-F.A.I. y PSUC) Una fisura se abrió entonces en las filas anarquistas, donde convivían diferentes tendencias. Había muchos que consideraban prioritario llevar más lejos sus conquistas y profundizar en la revolución. Para otros era más importante ganar la guerra. Entre ellos estaba Federica Montseny, convertida ya entonces en uno de los líderes de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Y se convirtió en ministra.
(Extracto de la conferencia dada por nuestra compañera Federica Montseny, en el Coliseum MONTSENY, Federica: El anarquismo militante y la realidad española). Boletín de Información C.N.T.- F.A.I. (4 de Marzo 1937). Hoja 4-6.

Camaradas y amigos: 

He aceptado el honor de iniciar ese ciclo de conferencias, con la complacencia del que ha de cumplir un deber impuesto por si mismo, con la complacencia del que ha de cumplir un deber impuesto por si mismo, pues quien ha situado la posición del anarquismo clásico, ha de situar hoy también al anarquismo en la posición exacta a que le han llevado los acontecimientos que estamos viviendo. Nosotros como anarquistas, no hemos rectificado nada de lo que era consubstancial con nosotros mismos. Era preciso hacer esta declaración. Somos anarquistas, continuamos siéndolo y perseguimos el logro de los mismos ideales de siempre. Los acontecimientos no tienen nada que ver con lo que es y seguirá siendo el movimiento anarquista español. En ningún país como en España se ha incubado el movimiento anarquista.

Nadie pudo prever los acontecimientos que siguieron al 19 de julio: sin embargo, nosotros no perdíamos la visión real del momento y continuábamos actuando como hasta entonces, pues desde el advenimiento de la República ninguna organización como la nuestra dió tantas pruebas de fervor revolucionario. Un socialismo reformista, un acontecimiento casi general había ido conteniendo el proceso revolucionario. Fué necesaria nuestra constancia, el acicate, lo que podríamos llamar nuestra locura, para el desgaste de las fuerzas que se oponían a los avances del proletariado, consiguiendo también que el propio socialismo reformista se situara en una posición revolucionaria. Y así llegamos a la militarada, a la que hizo frente el proletariado determinando con su resistencia heróica los acontecimientos y surgiendo una aurora nueva. Se produce en España un movimiento de masas y nuestro pueblo se lanza a una revolución que no tiene nada de común ni con la Revolución rusa ni con otros movimientos. No hubiera habido revolución si no hubiésemos nosotros preparado al pueblo. Es este nuestro triunfo y el galardón más preciado que tenemos los anarquistas. Sin que la filosofía anarquista haya sido rectificada, hemos sabido adaptarnos a las circunstancias. Si el día 19 de julio hubiésemos ido a la realización totalitaria de nuestros ideales libertarios, el hecho habría sido catastrófico, como si lo hubiesen intentado comunistas estatales o socialistas. Con ello habría quedado roto un frente de lucha. Por eso hemos sido nosotros los primeros en dar la nota de ponderación en las aspiraciones.

 La lucha del pueblo español contra el fascismo internacional, era ya de por sí bastante audaz y grandiosa para un pueblo casi desarmado, un pueblo que necesita varios días para agitar la conciencia de los otros pueblos, pero ello no fué lo suficiente y nos encontramos solos con nuestro espíritu de querer ser libres a la tendencia autoritaria del fascismo internacional. Nosotros representamos un movimiento contra los imperialismos siempre agresivos de Italia y Alemania. Y es ya de por sí tan grande esta lucha, que el triunfo sobre el fascismo ya merecía el sacrificio de nuestras vidas. Nosotros, los anarquistas españoles, dándonos cuenta de las imperiosas necesidades que exigen las realidades del momento, hemos seguido una línea de conducta, cuya finalidad tendía a que no se repitiera lo que ocurrió en Rusia, donde el anarquismo, a pesar de su potencialidad, fué desplazado de la dirección de la revolución por una organización minoritaria. Éramos nosotros el 19 de julio, el movimiento obrero más importante de España, al menos en Cataluña, y podíamos habernos lanzado a la aventura de una conquista totalitaria de nuestros ideales. No lo hicimos por no malograrlo todo. 

Con nuestra actitud hemos evitado que alguien pudiera terminar la fermentación popular por medio de una dictadura. La intervención de la C.N.T. en el Gobierno central y en el Consejo de la Generalidad de Cataluña, ha conseguido que el movimiento anarquista no se viera desplazado de la dirección de la revolución. Se necesitaba un verdadero frente único de todo el proletariado y de todos los elementos antifascistas para oponer un valladar infranqueable al fascismo internacional, que de la península había hecho campo de operaciones y ahora este pueblo que va venciendo a los fascistas, avanza socialmente creando un nuevo concepto de la vida, una nueva sociedad. ¿Decidme si no es grande lo que estamos haciendo? Cuando contemplemos las horas que estamos viviendo nos asombraremos de nosotros mismos. Y pensaremos cómo ha sido posible que hayamos podido vencer tan grandes obstáculos.

De todos los problemas que plantea la hora presente, el de la guerra es la más simplista porque para la misma se ha podido conseguir y mantener la unidad de todos los obreros republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas, los que saben que el fascismo representa a la estrangulación, algo más duro que la dictadura pasada, porque en el movimiento fascista español se ha injertado el fascismo alemán o italiano. El odio al fascismo, el deseo común de vencerlos nos une, pero ahora imaginad el panorama una vez terminada la guerra, con diferentes fuerzas ideológicas, que propugnarán para imponerse unas a otras. Una vez terminada la guerra se volverá a situar de nuevo en España el problema, con las mismas características que se situó en Francia y en Rusia. Nosotros, hoy ya debemos situarnos.

 Hemos de precisar nuestros puntos de vista para que los otros partidos sepan a qué atenerse, y podamos todos de una manera franca, leal, encontrar esa unidad precisa para el día de mañana. Hemos de buscar la plataforma, el punto de contacto, que nos permita, con la mayor libertad y con un mínimo plan de realizaciones económicas, continuar el camino emprendido hasta llegar a la meta. 

Ya hemos hablado nosotros de los que queremos una vez que haya terminado la guerra. Lo que decimos hoy lo veníamos diciendo antes de la guerra. Y decíamos que había algo consubstancial con la historia de España, con las aspiraciones del pueblo que se manifestaba en cada momento de eclosión de la conciencia, el movimiento de los Comuneros de Castilla, el de los segadores catalanes, que desde muy lejos afirma la posición de nuestro pueblo contra el Poder centralizador y absorbente, esta aspiración, admiración de los otros países que se sorprendían con los aires de libertad y de democracia que la informaban y que eran la afirmación de nuestra personalidad propia ante cuanto pudiera significar tiranía u opresión. Todos tenemos el mismo sentido racial de la libertad contra la opresión, contra la humillación, y por eso en España pudo imponerse la dictadura de Primo de Rivera, que era de opereta, como tampoco impondrán la suya Mola y Franco, pues nuestro pueblo prefiere la muerta antes que la esclavitud. Nuestro concepto de organización es simplemente federalista. De mí en particular se ha dicho que estoy más cerca de Pi y Margall que de Bakunin. Yo puedo afirmar que en la interpretación filosófica, económica y política de Pi y Margall, coincidimos todos los anarquistas españoles, porque éste supo dar con lo que era consubstancial con nuestro espíritu. El federalismo es la garantía de que el resultado de la lucha ha de ser fecundo en beneficios materiales para los obreros de las ciudades y de los campos, haciendo de España lo que no ha sido. Federalistas hemos de ser todos. Federalistas han de ser los socialistas, a pesar de su tendencia centralista, que ha tenido como consecuencia el espíritu autoritario de Marx, que ha de ser rectificado. Federalistas son todos los republicanos, y federalistas hemos de ser nosotros aceptando la constitución de la Federación Ibérica de repúblicas socialistas que dará a cada región el derecho a estructurarse a sí misma. Hasta hoy España es una cabeza monstruosa con un cuerpo raquítico. A Madrid afluye toda la riqueza del país. 

No es posible la reconstrucción económica del país manteniendo el poder de al burguesía. i se quisiera restituir a la burguesía el poder, ello constituiría la mayor de las catástrofes. Los trabajadores aceptarán las jornadas de sacrificio para la revolución, intensificarán la producción en beneficio de la revolución, pero si ello se les exigiera para otra cosa que no fuera el triunfo de la Revolución, nada se conseguiría, y además, los obreros no lo permitirían. El pueblo español al luchar contra el fascismo, lucha al mismo tiempo contra las desigualdades sociales, contra toda una historia de siempre, en la que se le adjudica a él el papel de víctima, contra el señoritismo del pueblo español, aunque se le exijan mayores sacrificios para después de la guerra y para el triunfo de la Revolución, como tiene una moral de combate, sabrá estar en su puesto y trabajará para él y para sus hijos, pero nunca lo hará para que alguien redondee solamente su fortuna; trabajará, luchará solamente para sí y para el mañana. Que no lo olvide nadie esto. No se trata de una guerra civil. Es la guerra del pueblo, de los trabajadores contra el señorito, contra el militar, contra el parásito. Los partidos burgueses han fracasado por no haber sabido crear una conciencia moral ni oponerse a la militarada, dejando a los militares en libertad de acción, para que pudieran preparar el actual movimiento facciosos, que si no triunfó fué porque le faltó una base popular. De ahora en adelante, parA que pueda plasmarse, la nueva España, es necesario que todos los resortes de la dirección del país pasen a las manos de los trabajadores, y una vez establecido el federalismo se impone la unidad económica de los trabajadores por medio de la unión efectiva, constante y leal de las dos sindicales U.G.T y C.N.T.

En España, con la economía en manos de los trabajadores, es preciso que se acentúe la moral del sacrificio y el sentido de responsabilidad individual y colectiva. La moral ha de llevarnos a aceptar todas las penalidades, al reaccionamiento, las jornadas para la reconstrucción, la honradez y la austeridad, y todos nos hemos de sentir soldados de una gran causa, siendo desterrados todos los privilegios. Con el sentido de responsabilidad lograremos la desintegración de nuestros egoísmos, de nuestras ambiciones personales, para sumar en la obra que ha de garantizar la realización de todas nuestras ansias. Y esto que queremos, somos los primeros en alentarlo en nosotros y en los otros. Si en España no se ha podido destruir la autoridad en absoluto, se van mermando sus prerrogativas con federalismo primero, y después enseñando al hombre a vivir sin que nadie le mande para el cumplimiento de sus deberes, creando en él el sentimiento de la libertad dentro de los principios anarquistas que continúan siendo las esencias del liberalismo. Este proletariado español, educado en tales principios y afinada su personalidad en las realidades que impone la lucha que lleva a cabo, será el que señalará el camino por el que han de seguir todos los obreros del mundo para la conquista del derecho a la libertad y al bienestar.
                                                                                                          Federica Montseny
                     SUBLEVACIÓN DEL EJÉRCITO

Como ya es sabido el, el 17 de Julio de 1936, un grupo de militares se subleva en Melilla contra el régimen legalmente establecido en el Estado Español. El movimiento se extendió de inmediato a Tetuán, Ceuta y Larache. El día 18, el alzamiento se producía en todas las divisiones militares de la península. Siendo aplastado en gran parte de la Península por los trabajadores organizados en gran parte en la CNT y en la FAI.
En este contexto el Presidente Azaña encarga formar gobierno a Francisco Largo Caballero que cuenta con todas las fuerzas políticas del momento, incluidos los anarquistas. Es entonces cuando Federica Montseny es nombrada ministra de Sanidad y Asistencia Social en noviembre de 1936, siendo la primera mujer ministra en un gobierno democrático español, cargo que ejerció hasta mayo de 1937 cuando cae el gobierno del socialista Largo Caballero. 

La contribución de Federica Montseny a la salud pública y a la consecución de los derechos en salud de las mujeres en España, fue un hito histórico, frustrado por la rebelión militar que dio lugar a una guerra civil y la posterior dictadura militar, con el retroceso consiguiente en los derechos de salud de las mujeres conseguidos durante la II República.

Como ministra, elaboró la primera Ley que reguló el derecho al aborto. Tuvo numerosas iniciativas en el ámbito de la asistencia social, la ayuda a los refugiados y la sanidad publica. Impulso un cambio en la conceptualización tanto de la sanidad pública como del bienestar social que se reorganizó, en medio de la contienda de la guerra civil, para “satisfacer las necesidades de la salud de los proletarios”. Se basó esta nueva orientación en un concepto humanístico de la medicina que acentuaba la necesidad de reestructurar los servicios médicos, descentralizándolos y relacionados con el entorno social. La asistencia medica socializada y las medidas sanitarias preventivas fueron la clave para este nuevo enfoque revolucionario que intentaba ofrecer una higiene global y una respuesta social a las necesidades sanitarias de la población.

 De acuerdo con los reformadores sexuales anarquistas, Montseny propulsó una reforma de la cultura sexual en la que tanto hombres como mujeres tenían que construir una nueva cultura sexual. Aunque su forma de ver la sexualidad no tenía en cuenta el genero, ella sostenía un concepto muy distinto al de la organización anarquista Mujeres Libres que culpaba a la inmoralidad sexual masculina de mantener la prostitución y dando prioridad en su programa a la supresión de la prostitución. Montseny apoyó esta iniciativa en pro de la abolición del “amor mercenario” pero admitió que su campaña en el Ministerio de Sanidad y Asistencial Social para erradicar la prostitución había fracasado.
Montseny escribió numerosos artículos sobre la emancipación de la mujer y denunció la discriminación sexual existente, incluso en el seno del propio movimiento obrero, no obstante no creía que existiera una cuestión femenina específica. El prototipo de la nueva mujer que defendía tenía plena confianza en ella y era consciente de que el destino de la humanidad dependía de ella. 

Afirmaba que “la mujer es pacifista por temperamento, por la pasión que siente por sus hijos, por su amor a la vida” pero hizo llamamientos a las mujeres para que participaran en la guerra civil del 36 al 39 como único camino hacia la libertad en su propósito de eliminar al fascismo.

Entre sus obras destacan los escritos en la Revista Blanca entre 1923 y 1936 y Cien días en la vida de una Mujer, en 1949, en los que defendió la emancipación económica y sexual de las mujeres y denunció el sexismo.

En 1945 se instaló en Toulouse, y hasta su muerte ni abandonó Francia ni renegó de sus ideales anarquistas. Murió en enero de 1994, víctima de una enfermedad Terminal.

Montseny publicó varios libros. Entre ellos destacan La mujer, problema del hombre, Cien días en la vida de una mujer, Crónica de la CNT, El anarquismo y Mis primeros cuarenta años.  De su vida personal  podemos contar que lo que más le afectó fue la muerte de una de sus hijas. Eso fue lo que contó la otra, llamada Vida, quien recordó a la muerte de su madre que ésta renunció a la vida de madre y esposa para dedicarse por entero a su carrera política y a luchar por la liberación de la mujer.  

Sin embargo, no dejó Francia porque allí estaban sus hijos y sus nietos. Y es que, como en muchas otras cosas, Federica Montseny fue pionera en tratar de combinar ambas facetas en unos tiempos en los que ésa era la excepción y no la norma entre las mujeres españolas. Por su personalidad, sus ideas y su intensa dedicación a la política, la llamaron "la pasionaria anarquista".  
 
Así fue la ex ministra de la República Española Federica Montseny. Una mujer, una compañera que lo dio todo por sus ideales y por la necesidad de aquel momento pero, que jamás renuncio a ellos. Murió en Francia teniendo 88 años en enero de 1994. Fue la primera mujer ministro en Europa y tal vez, en el mundo.

 Este es nuestro pequeño homenaje a nuestra gran compañera y puedo decir con franqueza que fue un gran honor el haberla conocido, el haber podido hablar con ella, dialogar con ella y abrazarla son grandes recuerdos que tengo de nuestra compañera por ello su recuerdo siempre estará en mi memoria y espero que en la de todos.


Federica Montseny, anarcofeminismo en lucha

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