Escrito por Miguel Ángel Ayuso | ||||||||||||||||
La
lucha en torno a Madrid fue el nudo central de la Guerra Civil, hasta
la campaña del Norte. La defensa de la capital se convirtió, para los
republicanos, en una necesidad estratégica y una obligación moral. La batalla de Guadalajara
fue, en el fondo, un episodio más de la lucha por Madrid, pero, además,
fue “el último”, ya que convenció a Franco de la imposibilidad de
conquistar la capital y la necesidad de buscar otros escenarios de
combate.
Buena parte del protagonismo de la batalla de Guadalajara recayó
sobre los italianos. Convencidos de que su participación iba a ser
decisiva para la suerte de la guerra, su derrota los llevó a la fosa de
un ridículo que ellos mismos cavaron. Sin embargo, la victoria
antifascista no fue si no una victoria “defensiva”, se pretendía que
Madrid no fuese cercado y salvar sus comunicaciones con el resto de la
España
republicana. Se consiguió, aplicando un severo correctivo a los
italianos. No pasó de ahí, lo demás fueron, casi siempre,
magnificaciones de la propaganda antifascista.
Los aliados italianos de Franco,
tal como estaba previsto, se preparaban para atacar Madrid desde el
nordeste. Su objetivo era Guadalajara, la capital de la provincia.
El día 8 de marzo de 1937,
alrededor de las siete de la mañana, entre la niebla y la llovizna,
comenzó el avance de los italianos. Partieron de las cercanías de
Sigüenza y Algora y llegaron hasta la carretera de Zaragoza donde
irrumpieron unos treinta carros de combate que lograron abrir brecha,
obligando a replegarse a los batallones republicanos que a duras penas
contuvieron al enemigo en el Km. 103.
El día 9
los republicanos intentaron estabilizar el frente, ayudados por la XI
Brigada Internacional, que se situó a la altura de Torija, en cuyas
cuestas el general Miaja había situado una unidad de tanques rusos el día anterior.
La
situación atmosférica era cada vez peor, lo que impidió a la aviación
“nacional”, que se encontraba en sus aeródromos de Soria y Salamanca,
actuar sobre la zona. Sin embargo, la fuerza aérea republicana, con
bases en Alcalá, Albacete y Barajas, fustigó con éxito a los italianos.
El día 10,
en torno a las cuatro de la madrugada, soportando frío y ventisca,
llegó a Brihuega, en medio de desbordado optimismo, la vanguardia
italiana, pero su avance hacia Torija quedó detenido por la resistencia
de los internacionales de la XI Brigada, que les ocasionaron importantes
bajas. Al terminar la jornada, dos divisiones italianas se encontraban
detenidas en Trijueque y el palacio de Ibarra. Por su parte, la división Soria, al mando de Moscardó, había ocupado Miralrío, Jadraque, Bujalaro, Valfermosa y Ledanca.
Bajo un diluvio de agua y nieve, el día 11 las tropas italianas entran en Trijueque, defendido por el batallón Comuna de París
de la XI Brigada Internacional, que se defienden con heroísmo, ante un
enemigo diez veces superior en número, pero que se ven obligados a
replegarse ante la aparición de tanques lanzallamas. Esa noche del día
once, Miaja concentraba un elevado número de efectivos en la zona,
formando el IV cuerpo de ejército, al mando del tffeniente coronel
Jurado, con tres divisiones mandadas por Líster, la 11 (que contaba con la XI Brigada Internacional y la Brigada del Campesino, y que se estableció entre Trijueque y Torija), la 12 por el coronel Lacalle y la 14 por Cipriano Mera (con la XII Brigada Internacional
del General Lukacs, y situada entre Brihuega y Torija). El alto mando
republicano decidió, reunido en Torija, pasar al ataque y así, el día 12, los italianos contuvieron la primera contraofensiva de la división de Líster hacia Trijueque, que fue tomado al día siguiente.
Entre los días 14 y 17
hubo una relativa calma, rota solo por los internacionales del batallón
Garibaldi, de la XII Brigada Internacional, que tomaron el palacio de
Ibarra, en las alturas de Brihuega, en poder de sus compatriotas
fascistas, que habían quedado copados durante el día trece y que
resistieron heroicamente. El día 18 las tropas republicanas contraatacan
con todas sus fuerzas. La acción de la artillería y de la aviación
republicana, dirigida por Hidalgo de Cisneros,
resulta demoledora y los italianos huyen de Brihuega sin orden ni
concierto. Durante el día 19 crearán una zona de defensa fortificando a
la altura del kilómetro 97. Allí seguiría el frente hasta el final de la
guerra.
El día 20
el albañil anarquista Cipriano Mera obligaba a los italianos a evacuar
Masegoso, mientras un duro ataque de la 12 División republicana sobre
las posiciones de los nacionales fracasaba. La ofensiva de la 12,
comandada por Nanetti es el último gran combate en la zona. A partir de
entonces los movimientos de tropas solo se realizan para mejorar,
consolidar o abandonar posiciones.
El día 22
el mando republicano dio por terminada la batalla, mientras que los
nacionales procedían a relevar a las tropas italianas, de las que el General Mola,
al conocer su debacle en Brihuega, había comentado: “No me equivoqué
cuando, después de verlos, le dije al Generalísimo: estos tipos corren.
Miren ustedes si yo tenía vista”.
El
resultado de la batalla no fue, en lo estrictamente militar, un claro
triunfo para los republicanos ni una derrota para los nacionalistas,
pero obligó a Franco a llevar la guerra a otros escenarios más propicios
para el avance de sus tropas.
Sin
embargo, para la República, Guadalajara significó mucho más que una
victoria militar. Por primera vez, las unidades republicanas mostraron
que eran capaces de frenar a los nacionales en una operación a campo
abierto e, incluso, pasar a la ofensiva.
Los
páramos alcarreños fueron, junto a las trincheras y barricadas de la
Ciudad Universitaria y las orillas del río Jarama, los escenarios donde
empezó a fraguarse el Ejército Popular, que fue sustituyendo a las
milicias que hasta entonces habían llevado el peso de la guerra.
Comunistas e internacionales salieron enormemente reforzados de las
tierras de la Alcarria. Líster, Valentín González “el Campesino”, el
general Douglas, el general Pavlov, el coronel Hans Kahle,
jefe de la XI Brigada Internacional, Nanetti, que asumió el mando de la
XII división y que moriría en Bilbao y el general Lukacs, que murió
meses después, en Huesca, fueron considerados héroes de la República.
Guadalajara, marzo de 1937
LA BATALLA DE GUADALAJARA
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