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La Batalla del Ebro


Aunque me tiren el puente
Y también la pasarela,
me verás pasar el Ebro
en un barquito de vela.

Diez mil veces que lo tiren,
diez mil veces que lo haremos.
Tenemos cabeza dura
los del cuerpo de ingenieros.

En el Ebro se han hundido
las banderas italianas,
y en los puentes sólo quedan
las que son republicanas.

Si me quieres escribir,
ya sabes mi paradero
en el frente de Gandesa

Primera línea de fuego (Canción Popular de la guerra civil española, 1936-1939)

La Batalla del Ebro fue el combate más intenso entre las tropas republicanas y las nacionales a lo largo de toda la Guerra Civil. El enfrentamiento, iniciado el 25 de julio de 1938, significó la pérdida de miles de hombres y decidió el final del conflicto bélico a favor de las tropas sublevadas.
La ofensiva de Aragón que emprendieron las tropas del general Francisco Franco en marzo y abril de 1938 colocó las tropas nacionales a la derecha del río Segre, al norte del Noguera Pallaresa y al sur del Ebro. Del 22 al 31 de mayo, el bando republicano realizó una fallida contraofensiva para aligerar la presión del sector nacional en el País Valenciano y, al mismo tiempo, recuperar los embalses y las centrales eléctricas del Pirineo.

El enfrentamiento empezó a las doce y cuarto de la madrugada del 25 de julio de 1938, cuando el ejército republicano cruzó el río Ebro por diferentes puntos entre Mequinenza y Amposta. El ataque sorprendió al ejército franquista, que se vio obligado a retirarse. El mismo 25 de julio, Franco ordenó la apertura de las compuertas de diversos embalses, cosa que provocó una inmensa riada que obstaculizó a las fuerzas republicanas a su paso por el Ebro durante tres días.

Aunque las fuerzas republicanas utilizaron tres brigadas internacionales, éstas no pudieron conseguir Gandesa. Ante la trascendencia de la batalla, Franco concentró un poderoso arsenal de artillería, aviación y tropas para aniquilar el ejército republicano en el Ebro. Los grandes combates se localizaron en las sierras de Pàndols y de Cavalls, en La Fatarella y en Camposines, en una línea de máxima penetración del ejército republicano. Hasta el 3 de agosto, las fuerzas republicanas llevaron a cabo terribles ataques para continuar el avance. A mediados de agosto, el mismo Francisco Franco se desplazó al escenario del conflicto e instaló su mando en el Coll del Moro.

El 21 de septiembre, el presidente del gobierno español Juan Negrín ya sabía de la dificultad de la batalla, que podía condicionar el resultado de la guerra, y por eso el Comité de No Intervención ordenó la retirada de las Brigadas Internacionales. Días después, el gobierno francés y británico se retiraron para no interferir en el ‘problema interno’ español, obviando así la ayuda militar italiana y alemana (Legión Cóndor) en el bando franquista. Detrás de todo esto estaba el fracaso de la negociación de Munich, en la que Francia e Inglaterra no detuvieron al dictador Adolf Hitler.

Aunque algunos combatientes se quedaron en el país, en las postrimerías de octubre, las Brigadas Internacionales fueron despedidas en Barcelona. Franco también retiró unos 10.000 italianos, pero prosiguió con la utilización de la aviación, la artillería, los carros de combate y una división italiana.

La guerra acabó convirtiéndose en una lucha de desgaste en una extensión de terreno muy concreta. El 16 de noviembre de 1938, las últimas tropas republicanas, en la orilla derecha del Ebro, cruzaron el río por Flix, donde volaron el puente de hierro, acción que puso fin a la contienda. La derrota de esta batalla, de 115 días, supuso el avance de las tropas nacionales en la futura campaña de Cataluña hasta Barcelona y, posteriormente, el establecimiento definitivo de los frentes de guerra en Madrid.

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