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Las democracias occidentales en la Guerra Civil Española



Cartel de las milicias populares  - Emeterio Melendreras 1937

Cartel de las milicias populares - Emeterio Melendreras 1937

Durante la Guerra Civil Española, las democracias occidentales jugaron un papel decisivo y altamente negativo para el gobierno español de la República. 

El 17 y 18 de julio de 1936, un grupo de militares rebeldes se levantaban en armas contra el gobierno democrático de la Segunda República Española (1931-1936). El levantamiento militar en España se convertiría con el paso de los días en cualquier cosa menos en una guerra civil con la participación, directa o indirectamente, de un buen número de países extranjeros que jugaron un papel fundamental en el desarrollo del conflicto.

La postura de Francia durante la Guerra Civil Española

Francia se convertiría en el primer país al que la España republicana pediría ayuda en un intento de suprimir el levantamiento de sus militares. En un principio, Francia permitiría la compra de armamento por parte de la República Española pero con el paso de los meses la confusión se fue apoderando de la clase política y la sociedad francesas que temían que el conflicto civil en España pudiera traspasar la frontera.
A esto se le unieron las profundas divisiones políticas y sociales entre la derecha y la izquierda francesa, divisiones que se hicieron más profundas y evidentes con el estallido del conflicto en España.

Pero quizás el factor que puso un mayor peso en la balanza a favor de una no-intervención de Francia fue la presión que Gran Bretaña aplicaría sobre los franceses durante todo el tiempo que duró la contienda en España. Gran Bretaña dejó bien claro a Francia que una intervención en España supondría alienar a alemanes e italianos extendiendo el conflicto bélico a todo el continente europeo.

Esta combinación de factores hizo que, finalmente, Francia cambiara de opinión y prohibiera la compra de armas francesas por parte del gobierno de la República Española.

La postura del Reino Unido en la Guerra Civil Española

Para Gran Bretaña, la España republicana era un gobierno extremadamente débil e inestable que podía fácilmente tornarse comunista e invadir Gibraltar. Los miedos ingleses llevaron a Gran Bretaña a desarrollar una política de neutralidad que resultaría extremadamente dañina para el gobierno de la República y a la larga muy favorable para los militares rebeldes.
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La entrada de Alemania e Italia en la Guerra Civil Española (julio 1936-abril 1939) del lado de los insurgentes, no hizo sino reforzar la decisión británica de no intervención. Es más, los británicos movieron ficha hacia un acercamiento con Alemania e Italia, ya que, para Gran Bretaña era fundamental mantener las buenas relaciones que en ese momento tenía con Italia y que tanto favorecían a sus intereses estratégicos en el Mediterraneo. Por otro lado, un enfriamiento en las relaciones con Alemania podría significar alienar a los germanos a quienes entonces Europa trataba de apaciguar con el fin de evitar una Segunda Guerra Mundial.

El Reino Unido estaba convencido de que un gobierno militar en España sería más beneficioso desde el punto de vista estratégico, económico e ideológico que una República progresista.

Gran Bretaña concluyó que el sacrificio de la democracia en España era el precio a pagar por mantener a salvo sus intereses en suelo español y consecuentemente, ignoró la participación italo-alemana en la contienda a la misma vez que intentaba apaciguar a los Fascistas.

La neutralidad de los Estados Unidos en la Guerra Civil Española

Al comenzar la Guerra Civil Española, los Estados Unidos llevados por su tradicional idea de aislacionismo, declararon un “embargo de armas por razones de moralidad”.

Cinco meses después, en enero de 1937, Estados Unidos extendería su Ley de Neutralidad de 1935 para abarcar a guerras civiles para, de esta manera, no tener que proveer con material de guerra a ninguno de los dos bandos en el conflicto español. El resultado fue que el gobierno de la República se vio empujado a comprar las armas necesarias para la contienda en el mercado negro con el consecuente gasto de dinero y tiempo.

Si el apoyo alemán e italiano fue decisivo para inclinar la balanza del lado de los militares, la política desarrollada por las democracias occidentales resultó igual de demoledora o más para los intereses de la República en España. Al medir con el mismo rasero a una democracia que a unos militares golpistas, las democracias occidentales no dejarían al gobierno español más alternativa que acudir a la Unión Soviética por auxilio, convirtiendo la contienda en un conflicto internacional e ideológico.

A última instancia la República española se encontró aferrándose a la esperanza de que estallara un conflicto bélico en Europa el cual provocara la intervención de las democracias occidentales y con ello la salvación de la democracia en España.

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