Rodrigo Quesada Monge, Costa
Rica
|
Nota
introductoria.
En la contraportada del magnífico libro del historiador norteamericano Paul
Avrich, un estudio que le tomó treinta años de trabajo para recuperar las
fuentes del anarquismo en los Estados Unidos, se dice lo siguiente:
"De todos los movimientos sociales importantes,
el anarquismo ha padecido los mayores malentendidos sobre su naturaleza y sobre
sus objetivos. Ningún grupo ha sido tan calumniado y mal interpretado por las
autoridades o más temido y detestado por el público. ¿Pero quiénes fueron en
realidad los anarquistas? ¿Qué tipo de personas eran? ¿Por qué se hicieron
anarquistas? ¿En qué actividades participaron? ¿Cómo hicieron frente a los
insultos de la gente y a la persecución y al acoso de los representantes
oficiales? ¿Qué pretendían y qué consiguieron? ¿Cambiaron sus nociones sobre el
anarquismo a lo largo de los años? ¿Se arrepintieron de algo o se sintieron
desengañados?"[1] [2] .
Ese fragmento recoge, con mucho, el serio problema que tiene entre sus
manos el historiador del pensamiento, el quehacer y las acciones de los
anarquistas. Y el asunto con la guerra civil española (1936-1939) no está
exento de él. Nos referimos a la ingente masa de prejuicios que existe contra
el anarquismo y los anarquistas. No pretendemos, entonces, con esta corta
intervención, conjurar todo el mal, las distorsiones y maledicencia que han
provenido de la derecha y de la izquierda contra el anarquismo. Resulta, sin
embargo, indigestible la cantidad de sandeces y frivolidades que algunos
supuestos intelectuales de izquierda se dejan decir sobre el pensamiento y la
historia de las acciones anarquistas.
Pensemos que esta historia está apenas por hacerse en América Latina y, con
la excepción de algunos honrosos trabajos aislados[2] [3] , nuestra
ignorancia sobre el pensamiento anarquista y su historia, en la mayoría de
nuestros países continúa en la más lamentable oscuridad[3] [4] . Esto es, en
alguna medida, lo que ha sucedido con la trayectoria de los anarquistas en la
historia de la guerra civil española. Puede sonar extraño pero, en virtud de la
importante masa de información que se libera después de la muerte de Franco
(1975), los historiadores del anarquismo entran en una crisis de considerables
proporciones, pues no se cuenta con los métodos indicados para procesar,
clasificar, analizar y estudiar tal cantidad de papeles, testimonios, crónicas,
panfletos, estudios y otros que estuvieron prohibidos, escondidos o censurados
por años, no sólo durante la dictadura propiamente dicha, sino también antes y
después de la misma. Esta sinuosa historia de la historia de los anarquistas en
la guerra civil española recién apenas empieza a tomar cuerpo. Veamos algunas
de las estrategias que se han seguido.
La historiografía sobre la
participación de los anarquistas en la guerra civil española (1936-1939).
Como en recuerdo de la guerra civil española se pueden decir muchas cosas,
y particularmente sobre la heroica participación de los anarquistas en la
misma, como bien lo hiciera George Orwell en su entrañable crónica[4]
[5] , en una participación de este tipo nos queda una tarea más humilde: tratar
de recordarle al interesado en estos temas, que puede enfrentar serias
dificultades para diseñar un acercamiento más o menos razonable a la
participación real de los anarquistas en ese gran acontecimiento político y
militar del siglo XX.
De esta forma, para los años noventa, se puede detectar que el tratamiento
del anarquismo en la guerra civil española ha tomado tres orientaciones
esenciales, las cuales han producido un conjunto de ensayos, disertaciones y
estudios realmente notable.
1.
La primera de esas tres orientaciones es aquella que
tiene que ver con lo que podríamos llamar la "hagiografía" anarquista
de la guerra civil. La recuperación de los héroes y mártires no se agota en el
simple trazo de las redes de poder y abastecimiento militar que estos hombres y
mujeres lograron construir en España, entre los años de 1931 a 1936, sino que
también está en relación directa con las organizaciones y las distintas formas
de articulación que las mismas tuvieron con la población civil. El conflicto
ideológico que pudiera haber habido entre historiadores a sueldo del franquismo
y sus oponentes, entre los que destacan los anarquistas, ha permitido
reproducir durante décadas una gran confusión sobre los límites exactos en que
la dinámica interna española y la dinámica de los escenarios internacionales de
la segunda mitad de los años treinta se imbrican y se reproducen. Eso ha hecho
que los estudios sobre el rescate de los héroes más cotidianos se hayan
encontrado con serios obstáculos para su realización, porque tocan el meollo de
un debate historiográfico en el que median los enfoques de los anarquistas, de
los franquistas y de los comunistas, con metodologías desiguales, propósitos
políticos y aspiraciones documentales muy distintas. Mencionemos un solo
ejemplo, para ilustrar este asunto: en el bien investigado y metodológicamente
riguroso trabajo de Murray Boockchin[5]
[6] , las preocupaciones centrales de su autor se orientan hacia la
recuperación de las distintas formas utilizadas por los anarquistas para
diseñar mecanismos de información militar, centros de abastecimiento de
alimentos y parque para las milicias, así como para la construcción de
vehículos organizativos alternativos a los que estaba pensando articular el
estalinismo sobre el campo de las operaciones militares y políticas. El trabajo
de recuperación de figuras de la talla de Francisco Ferrer, Manuel Buenacasa,
Salvador Seguí y Angel Pestaña hecho por Boockchin solo nos recuerda las
tremendas dificultades que tiene el historiador cuando se ve en la obligación
de desbrozar el terreno para separar el grano de la paja. El historiador
norteamericano no resuelve la relación entre la CNT y dirigentes como Pestaña,
pero nos devuelve la crónica de los conflictos personales de éste con su
convicciones políticas e ideológicas. Nos disponemos de documentos, cartas, panfletos
u otros que nos pudieran dar testimonio real de algunas de las posiciones
sostenidas por Pestaña y Durruti, otro de los grandes ejemplos utilizados por
Boockchin, sobre la claridad y lucidez que tuvieran estos luchadores con
relación a los atentados, y por los cuales al grupo de Pestaña se les conocía
como el de los pistoleros. En alguna ocasión un par de trabajadores muy
jóvenes se le acercaron a Pestaña y le propusieron lo siguiente: "Vamos
a proponerle algo. Pertenecemos a un grupo de acción anarquista y estamos
dispuestos a continuar con el trabajo ya iniciado (en el campo de los atentados
personales). Le proponemos que sea nuestro vocero ante los comités
confederados, especialmente en el Comité Regional. Pero además queremos
realizar un atentado contra cualquier patrono o dueño de fábrica que se
considere necesario eliminar. A cambio de este sacrificio, que estamos
dispuestos a realizar por la organización, solo queremos que nos cubran los
gastos y los días de salario perdidos. Junto a eso, pedimos que se nos abra un
fondo de unas dos o tres mil pesetas, para que, en caso de tener que huir, si
se descubre nuestra identidad, podamos recoger ese dinero inmediatamente. Si
alguien es finalmente encarcelado, como usted podrá entender, quisiéramos que se
nos ayudara. Lo que le pedimos, como puede ver, es muy poco; lo que ofrecemos a
cambio es mucho"[6] [7] . Sabemos que Pestaña rechazó
esta oferta pero nuestra información es de procedencia oral esencialmente.
Sobre este tipo de testimonios, los historiadores todavía tenemos problemas,
puesto que para los luchadores aquí mencionados, sigue siendo un enigma su
posición sobre el terrorismo y los atentados personales. Durruti era un hombre
de una enorme capacidad organizativa, pero algunos historiadores españoles
todavía debaten su actitud cierta sobre estos asuntos.
2.
Los historiadores del anarquismo español todavía
tenemos problemas documentales para establecer el perfil contundente de la
participación de las Brigadas Internacionales en la guerra civil
española, porque el grueso de la información apenas empezó a emerger con cierta
regularidad y fluidez durante los años ochenta. Los horizontes posibles entre
la participación de la Unión Soviética, los verdaderos presagios del estalinismo
sobre el poder socialista en España, y la capacidad organizativa y militar de
los anarquistas está todavía por definirse y sustentarse documentalmente. Estas
son algunas de las ausencias que se le critican al trabajo de Hugh Thomas, un
texto ponderado por algunos como el definitivo sobre la guerra civil española,
y considerado por otros historiadores anglosajones como una perfecta pieza de
frivolidad analítica[7]
[8] . Existe, lo sabemos, una importante cantidad de archivos familiares,
institucionales y empresariales, donde los aspectos de las relaciones
internacionales con Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y la Unión Soviética,
pueden arrojar una importante cantidad de luz sobre la participación de
intelectuales, líderes políticos y diplomáticos de esas naciones en la guerra
civil española, muchos de ellos de clara convicción anarquista. Carecemos de
rastreos culturales y políticos, así como demográficos de muchos de ellos para
establecer sus verdaderos lazos con la lucha en las trincheras, la discusión callejera
y las decisiones de gabinete. No en vano algunos historiadores extranjeros
consideran a la guerra civil española como generadora de un impacto político y
de un influjo ideológico similar al de la Comuna de París (1871) en las luchas
revolucionarias mundiales. Pero los historiadores, tales como Raymond Carr,
Brenan, Brademan, Malefakis, Buenacasa, Abad de Santillán, y otros siguen
quejándose de los problemas documentales que tuvieron que enfrentar en su
momento, para establecer la procedencia y efectividad de los flujos de
material, propaganda y parque militar que las Brigadas Internacionales les
facilitaron a los anarquistas.
3.
La relación entre la República Española y la Unión
Soviética estuvo repleta de desacuerdos, disonancias y asimetrías aun no
investigadas por completo. Puede resultar más fácil establecer los límites de
las relaciones, alianzas y mutuo apoyo que el franquismo tuvo con los nazis y
los fascistas, que aquellas establecidas por la República con la Unión
Soviética. El patético oportunismo de Stalin, oscilando entre el coqueteo con
los británicos y la relación de amor-odio con los nazis tuvo un impacto sobre
la lucha callejera en la guerra civil española,
que todavía no está debidamente trabajado por los historiadores. Los
trabajos de Stanley H. Payne, Gerald H. Meaker y Gabriel Jackson presentan las
limitaciones archivísticas y documentales que hemos apuntado para otros asuntos
relacionados con el tema de esta ponencia. Resulta que el perfil del comunismo
estalinista viene definido por las preocupaciones internacionalistas de la
KOMINTERN y no necesariamente por la construcción de un poder socialista
independiente en España. La contribución de los anarquistas en este proyecto,
de cara al bamboleo diplomático estalinista, espera por el historiador que lo
devele.
Conclusión.
Con esta
ponencia hemos querido únicamente llamar la atención sobre un asunto que, para
muchos, posiblemente, resulta más que obvio: después de la muerte de Franco iba
a ser posible, para los historiadores, se decía, contar con los archivos que
durante tanto tiempo estuvieron ocultos o negados, por razones políticas,
ideológicas y hasta religiosas, a la mirada indiscreta de los husmeadores del
pasado. Pero resulta que no fue así. Los historiadores españoles y extranjeros
han tenido que ir esperando que, paso a paso, la nueva cultura oficial fuera
abriendo las vetas documentales que podrían haber explicado y resuelto algunos
de los problemas mencionados en este trabajo.
El proceso ha tomado décadas, y se ha operado en
relación directa con los progresos de la democracia en España. De tal forma
que, los anarquistas tendrán que esperar un buen rato, para contar con
respuestas más o menos verídicas a varias de sus grandes preguntas. La lección
que sacamos de esta experiencia, en América Latina, es que, en apariencia, no
solamente los historiadores de nuestros países tienen problemas con los
acaparadores del pasado. Por eso, recordar los setenta años de la guerra civil
española, es también, aparte de reflexionar con los historiadores españoles
sobre sus obstáculos para la investigación, analizar los tremendos embrollos
que nos esperan cuando tocamos temas tan delicados como el poder, la política y
la lucha callejeras, las cuestiones militares y los asuntos extranjeros, en un
momento en que nadie considera que la historia tenga algo que decir sobre las
grandes angustias de las sociedades contemporáneas. En estos períodos de crisis
nos volvemos increíblemente presentistas, y es por eso que es tan necesario
recordar las lecciones que nos dejó la experiencia de los anarquistas en la
guerra civil española.
[8] [1] Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de esta
revista.
[1]
[2] Paul
Avrich. Voces anarquistas. Una historia oral del anarquismo en los Estados
Unidos. (Madrid: Fundación Anselmo Lorenzo. 2004).
[2]
[3] Cappeletti
y Rama (Editores). El anarquismo en América Latina. (Caracas: Ayacucho. 1991).
[3]
[4] Frank
Fernández. El anarquismo en Cuba. (Miami, Florida. 1997).
[4] [5] George Orwell. Homage to Catalonia (London, Eric Blair. 1938).
[5] [6] Murray Boockchin. The
Spanish Anarchists. The Heroic Years. 1868-1936. (London: AK Press.
1998).
[6] [7] Ibidem. P. 169.
[7] [8] Hugh Thomas. The Spanish Civil War (Knopft,
New York, 1961). Hay varias ediciones y ampliaciones
publicadas en Español por Crítica y otras editoriales peninsulares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario